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Pedagogos de la diversidad

Abril 21, 2013

Algunos de los docentes ganadores del Premio Compartir al Maestro les cuentan a los lectores qué estrategias utilizan para tomar en consideración la diversidad de sus estudiantes, y transitar procesos pedagógicos con los cuales cada uno de ellos logre aproximarse al conocimiento y desarrollar sus capacidades conforme a sus particulares maneras de ser y estar en

Una vez más, estos educadores ratifican por qué son los mejores. ¡Qué orgullo contar con ellos en este país! 

Cuatro espectos sobre los cuales se manifestarón maestros galardonados por el Premio Compartir

  1. Así planeo una clase buscando que en ella cada uno de mis estudiantes aprenda conforme a su ritmo, habilidades, intereses, etc. 
  2. Una de mis estrategias favoritas para lograr la participación al cien de todos mis estudiantes es...
  3. Una manera de evaluar que toma en consideración la diversidad de mis estudiantes es…
  4. Mi mayor reto en materia de inclusión fue... y así lo resolví...

Edgar Uriel Tinoco Ramírez
Maestro ilustre 2009
Docente de Química
Institución Educativa José Eusebio Caro, Ocaña, Norte de Santander

Así planeo una clase
La planeación de mis clases tiene como base un diagnóstico que llevo a cabo a través de diversas preguntas e instrumentos que consolidan un ejercicio sistemático de evaluación formativa. Este me permite detectar el nivel de conocimiento y desarrollo de competencias que el aprendiz tiene a propósito de un estándar particular. Lo más importante es el análisis detallado de los errores  —más que el grado de acierto—, los cuales estudio cuidadosamente para mirar sus causas y las posibles acciones de manera que el estudiante pueda superar sus dificultades y falencias. Este ejercicio casi siempre lo hago con ellos mismos. Me han ayudado mucho las nuevas tecnologías. Por ejemplo, las respuestas a las preguntas formuladas a los alumnos se pueden ver en el tablero digital con la ayuda de una cámara de documentos. Hemos hecho un pacto de respeto por las opiniones y trabajo de cada uno. Se muestran también los diferentes enfoques de los alumnos sobre un tema en particular, los planteamientos, argumentaciones y los procesos interesantes, la creatividad y todo lo que pueda aprenderse mutuamente. 

Este ejercicio, como ya lo mencioné, se convierte entonces en el diagnóstico que me sirve de base para la planeación y desarrollo posterior de una o varias clases en cuanto a los contenidos, rutas de conocimiento estándares y competencias, la administración pedagógica del grupo, los materiales didácticos y las actividades para mejorar los aprendizajes en las clases subsiguientes. Lo anterior implica también la revisión y ajuste del plan de área y los proyectos pedagógicos.

 

Una de mis estrategias favoritas
Mi estrategia favorita para lograr una participación al cien es aquella en la que hay un buen nivel de comunicación sincera y permanente entre educador y educando. Para crear conciencia en el estudiante sobre el estado de sus aprendizajes, estimulo un ambiente democrático dentro de la clase, que les le permita expresar inquietudes y solicitar mejoras en el acompañamiento pedagógico. Una buena idea es formular preguntas orales o escritas con estos contenidos: ¿Qué aprendió en la clase anterior? ¿Podría explicarlo a sus compañeros? ¿Qué aspectos de los temas se le dificultan? ¿Cuál es su método de estudio en casa?
 
Las respuestas me ayudan a estructurar estrategias que permitan mejorar el desempeño en las clases partiendo del nivel en que se encuentra cada uno, ya que se trata de procesos de construcción de conocimiento. También es necesario estimular en el estudiante una actitud crítica sobre su responsabilidad en el aprendizaje para involucrarlo de una manera efectiva en las actividades curriculares. 

Asimismo agregaría acá que los enfoques o modelos constructivos centrados en el aprender haciendo desarrollan mejor la autonomía y por lo tanto estimulan más la participación del alumno y le imprimen al trabajo del tutor un carácter de acompañamiento, orientación y guía.

En mi práctica pedagógica he desarrollado el concepto de aula de aprendizaje, entendida como un taller de aprendizaje, muy diferente a aquella con característica de sala de conferencias propia de las acciones unidireccionales de enseñanza.

Para la participación más amplia de todos he encontrado que el escenario más propicio lo constituyen las clases de revisión y repaso de contenidos, mientras que en las de construcción de nuevos conceptos se nota más el ritmo particular de avance de cada uno. Por lo tanto para este caso prefiero formar grupos de acuerdo con un nivel específico buscando la atención preferencial de los alumnos rezagados y muchas veces asignando a los avanzados el rol de monitores. 
  

Una manera de evaluar
La evaluación según su propósito puede ser formativa o sumativa. En la educación básica y media la formativa es la más importante ya que orienta todo el proceso de enseñanza y aprendizaje. En mis clases los alumnos conocen estos conceptos y abordan las prácticas de evaluación formativa sin temores ni prevenciones porque entienden que su finalidad no es asignarles promedios, puntajes o calificaciones. Se trata simplemente de conocer sus avances por la ruta académica, que prioriza los aspectos de comprensión, relaciones conceptuales y uso de la información.

Las preguntas y demás instrumentos de esta evaluación los diseño teniendo en cuenta la diversidad de la clase. Por lo general se lleva a cabo con  grupos específicos de alumnos ya que se trabaja en un aula con una infraestructura, espacio y dotación de recursos que permite el funcionamiento simultáneo de varias actividades pedagógicas, y no siempre se presenta la interactividad de la totalidad de la clase conmigo al mismo tiempo. El ejercicio que se retroalimenta con los resultados observados constituye la estrategia de preguntas generadoras que describí en mi propuesta de postulación al Premio Compartir. Al responder una pregunta el pensamiento por lo general hace una pausa, pero si la respuesta genera un proceso de producción de nuevas preguntas la mente entra en un estado de indagación, tanto en el que las formula como en quien responde. En una situación de aprendizaje las preguntas generadoras inducen la participación de todos los estudiantes y ejercen en ellos un estímulo positivo porque consideran que con sus respuestas colaboran en un proceso colectivo de construcción de conocimiento. Aunque se buscan por parte del tutor respuestas convergentes, pueden aparecer algunas divergentes que generan espacios alternos de reflexión interesantes y que en mi experiencia me han servido para fortalecer un enfoque transversal de los contenidos.

Esta fase de la evaluación me sirve de base para tomar determinaciones y diseñar estrategias específicas para trabajar con los alumnos que las requieran. En el educando también forma hábitos de autoevaluación y genera ejercicios de heteroevaluación en el grupo. En este punto también examino si se dan las condiciones y la madurez que garanticen la superación exitosa de las pruebas de evaluación sumativa que mide los productos del aprendizaje, principalmente en cuanto al desarrollo de competencias. Aquí es donde aparecen entonces las calificaciones y valoraciones que alimentan el sistema de evaluación institucional y los informes periódicos a los padres de familia. 

 

Mi mayor reto
“Por un aula donde todos aprendan” es el nombre de la propuesta con la que participé en 2009 en el Premio Compartir. Este alude al componente de inclusión, acorde también a la política actual del Ministerio de Educación con su consigna “Todos aprendiendo”. El reto inicial precisamente lo constituyó el propósito de diseñar un ambiente de aprendizaje que permitiera la puesta en marcha de estrategias pedagógicas variadas y simultáneas donde se tuvieran en cuenta los diversos estilos y ritmos de aprendizaje.

Hay diferencias en el modo de aprender de todas las personas y en las formas y medios para recibir, procesar y utilizar la información. Hay estudiantes de pensamiento muy concreto, que aprenden mejor manipulando directamente los objetos; otros requieren apoyos muy visuales; otros son muy eficaces en la comprensión de textos escritos. Unos desarrollan procesos muy secuenciales de pensamiento y otros tienen estilos muy aleatorios que les dan buenos resultados.

La tarea entonces era construir un aula que permitiera la coexistencia de toda esta diversidad. El proyecto fue tomando forma a través de la gestión continua que hice con directivos del colegio y autoridades locales. El aula se fue transformando y mejorando con nuevos materiales didácticos.  Hoy  dispone de amplio espacio con ayudas educativas de tecnología actualizada, dotación para laboratorio de química y aula digital interactiva para utilizar las nuevas tecnologías de la información en los procesos de enseñanza y aprendizaje.

Es preciso aclarar que si bien todo este avance en infraestructura apoya la calidad de la educación, el papel más importante lo tiene el correcto enfoque pedagógico. Tecnología sin pedagogía no funciona. 

El verdadero reto actual para mí es la educación y sensibilización cotidiana  que hay que hacer para que alumnos y docentes entiendan que vivimos en una sociedad diversa, y que estas diferencias se reflejan en el aula y que por lo tanto debemos formar valores de la modernidad como la tolerancia, el respeto por la diferencia, la colaboración y el trabajo en equipo.  

Muchas de mis estrategias pedagógicas que tienen en cuenta la diversidad en los ritmos de aprendizaje no fueron entendidas al comienzo, y se llegó a decir que el apoyo pedagógico especial a ciertos grupos era discriminatorio. Según los críticos, se debía trabajar de la misma manera con todos los estudiantes. El tiempo, los buenos resultados y los nuevos conceptos y políticas del Ministerio de Educación acabaron con esas críticas injustas.    


 

Gustavo González Palencia
Gran maestro Compartir 2008
Docente de Música 
Escuela Normal Superior Distrital María Montessori, Bogotá

Así planeo una clase
Regularmente en mis clases hay estudiantes con intereses diversos en relación con lo sonoro. En algunos casos sus gustos están orientados por su entorno familiar, con tendencias hacia ciertos géneros populares que se complementan con músicas ofrecidas por los medios de comunicación y el grupo de amigos que frecuentan. 

El tema se centra en cómo manejar este bagaje sin bloquear los canales de comunicación y ofrecer otras sonoridades, pues desafortunadamente para la pedagogía musical las nuevas tendencias en cuanto a los géneros musicales no ofrecen un material rico en melodías, armonías vocales y propuestas rítmicas. 

¿Cómo llegar a estos jóvenes con gustos diversos a través de una propuesta musical que respete la diferencia y a la vez permita seguir un proceso formativo? Ese es el reto que afronto día a día, con más dificultad en los adolescentes que en los más pequeños. La herramienta principal es la lúdica presente en los trabajos colectivos, que de hecho ha permitido la participación general y la superación de dificultades que presenta la diferencia.

Como todos mis colegas, tengo siempre en mi mente mi plan de trabajo para desarrollar en el año, así como el proceso que sigue cada chico. Ese es mi principal derrotero, desde allí ya estoy planeando. Ahora, es al ritmo del agite mañanero donde comienzo a inspirar ideas para desarrollar con mis estudiantes. En esa rutina voy generando melodías que seguramente llegarán a los educandos, unas son ya reconocidas y otras brotan de mi inspiración. Posteriormente llego a la sala de música y comienzo a organizar todas esas ideas con la firme intención de ofrecer una experiencia nueva y grata a los niños de mi escuela… Una canción, un ritmo, un instrumento musical, se convierten poco a poco en los medios para encontrar el ambiente perfecto para recrearnos en torno al lenguaje de la música. No hay afán, lo importante es ver cómo de una u otra forma ellos van reconociendo y encontrando el camino ideal para acercarse al lenguaje sonoro, sin tensiones, sin angustias; los aciertos se reconocen y se aprovechan para incentivar a los que presentan dificultad y el liderazgo ofrecido por los mismos niños permite una integración y un intercambio, generando ambientes de bienestar y alegría dentro del aula de clase. Todo es válido, hasta los errores son aplaudidos… Aquí el punto de referencia no es una nota, y menos aún el virtuosismo musical, es el conocimiento mismo, y ellos lo tienen claro. Aprender algo nuevo produce bienestar y las dificultades no generan frustración, al contario, se asumen como retos. Dentro de este escenario escolar los niños tienen la oportunidad de explorar diversos instrumentos musicales y aprender unos de otros según sus gustos y necesidades.

 

Una de mis estrategias favoritas
Para lograr los mejores resultados y una participación al cien, la vía más acertada acorde con mi experiencia docente es la de ofrecer a los estudiantes unos espacios diferentes, ricos en materiales sonoros y tecnológicos, que rompan con la monotonía que a veces ofrece la cotidianidad escolar. Esta condición me permite en cada encuentro semanal ofrecer algo nuevo y de paso reconfirmar conceptos ya trabajados. Para ello implemento dinámicas corporales diversas y muy llamativas, con las cuales el estudiante se recrea, asimila niveles de disociación en cuanto a sus movimientos y adquiere conciencia de su corporalidad. Esto se ve reflejado a la hora de abordar las técnicas de manejo instrumental en las que de manera autónoma va asumiendo esos retos; es interesante ver cómo, impulsados por una convicción del querer, logran lo que se proponen. En la cotidianidad el ambiente generado es de alegría, se oye el palmoteo acorde con el ritmo en los pies y en simultánea con una ronda en la voz de los estudiantes, que a coro entonan las llamativas melodías… Como complemento se apoyan en las percusiones y de manera rotativa y según sus intereses van pasando a interpretar las propuestas rítmicas.}

 

Una manera de evaluar
En el momento de verificar los procesos pedagógicos de mis estudiantes,  lo que me lleva a desarrollar juicios es precisamente lo relacionado con esos ritmos personales que traen; la metodología que implemento procura ser respetuosa y más en un lenguaje que toca los sentidos, que debe considerar los estados anímicos, pues ello es parte fundamental para la implementación y evaluación de esta propuesta.

En cuanto a la valoración sobre los procesos individuales, esta no solo toca al docente, pues el niño es también juez y  lo aprecio, en el momento en que evalúa un ejercicio de grabación, con expresiones como: “¡Uy!, esto no me suena bien, tengo que estudiar para mejorar”.

Lo interesante de las prácticas de aprendizaje es ver cómo cada estudiante saborea un logro nuevo, y a la vez lo juzga, adquiriendo conciencia sobre el deber ser y más en un medio en donde los estándares no permiten evaluar esas inflexiones que presenta la diferencia.

Cada niño, cada joven, representa una imagen de sí, de sus sueños, y esto debe estar presente en la vida pedagógica, entendiendo sus individualidades y proyecciones. 

Mi mayor reto
En mi transitar pedagógico he trabajado con cientos de niños, todos diferentes, incluso con algunos cuyas condiciones no son las que se creería se requieren para desempeñarse musicalmente, como puede ser el caso de niños con dificultad motriz, de atención, de afinación. Sin embargo esto no impide su acercamiento a las prácticas musicales, al contrario, con el pasar de los días se les ve mejoría en estos aspectos y en su autonomía. Este tipo de situaciones se viven a diario, pero estas, que podrían denominarse dificultades, pasan rápidamente a un segundo plano, aún tratándose de estudiantes con sordera. Tal es el caso presentado el año anterior con una estudiante no oyente, que mostró interés por lo sonoro. Cada sesión con ella era todo un reto, pues no solo era la dificultad en la comunicación, sino en cómo llevar las ideas musicales, por esta razón los ejercicios se centraron en apoyarse en los recursos visuales (progresiones, secuencias), en las vibraciones con ayuda del piano, pues no contamos con un piso de madera; en percusiones corporales que mostraban la manera como se iban asimilando los conceptos. Todo esto me llevó a mirar la educación musical con otra óptica, no desde la producción sonora, sino implicando otros aspectos de la pedagogía como la autoconfianza que gana el estudiante en esta experiencia y la posibilidad de acercarse a los procesos colectivos con otros compañeros oyentes.


 

Lurdes Leonor Beltrán Díaz
Maestra ilustre 2006
Docente de primaria
Institución Educativa Distrital los Alpes, Bogotá

 

Así planeo una clase
La preparación de mis clases incluye estrategias que apuntan al desarrollo de habilidades comunicativas ―escuchar, hablar, leer y escribir―, pilares fundamentales del proyecto “Ayer, hoy y mañana a través de la noticia”. 

Por lo tanto la dinámica del proyecto garantiza en primer lugar la participación de todos los estudiantes que están dentro del aula de clase regular, ya que es allí donde se evidencian los diferentes estadios de madurez cerebral, los desiguales ritmos de aprendizaje, los disímiles grados de motivación e intereses cognoscitivos… En fin, una diversidad evidente que debe ser manejada para asegurar una inclusión efectiva de manera formal. Por ello parto de la premisa de que todos tenemos algún tipo de dificultad, todos tenemos necesidades especiales y también talentos particulares que deben ser abordados en términos de igualdad, pero no de homogeneidad.

 

Una de mis estrategias favoritas
Una de mis estrategias favoritas para lograr la intervención de todos mis estudiantes es cuando se hace la puesta en común de los hechos noticiosos. De acuerdo con los diversos ritmos y avances de cada uno, los estudiantes participan leyendo o contando la noticia (esto último para quienes tardan en su  proceso de lectura y escritura). Por mi parte intervengo motivándolos con el fin de que todos participen de forma espontánea y para que las voces de todos sean escuchadas, independientemente de las dificultades de cada cual. De igual manera estoy pendiente de que cada uno de sus aportes sea tenido en cuenta, sin importar que en ocasiones se limiten a un simple, “me gustó solo porque sí”, mientras otros constituyan comentarios sobre las noticias, o reflexiones críticas muy elaboradas, fundamentadas en saberes contextualizados, significativos, abordados de manera interdisciplinaria. Con esos comentarios dan razones, fijan posiciones, construyen opiniones individuales en sus propias palabras, en palabras de niños que piensan, que asumen su realidad con firmeza y lo que aprenden lo saben usar en la vida diaria hoy, y les servirá para el mañana. De esta forma se promueve y garantiza el respeto por la palabra y la opinión del otro, se establecen dinámicas de interacción caracterizadas por la tolerancia y el reconocimiento de la diversidad en el aula, sin ningún tipo de discriminación, fomentando la igualdad de condiciones y la diferenciación en los ritmos de aprendizaje entre los mismos niños, en un ambiente inclusivo, democrático y afectivo. En este ámbito se favorece el desarrollo intelectual, se privilegia el desarrollo social, emocional, el fortalecimiento de la autoestima, y ante todo se convive de una forma respetuosa y participativa aun en la diferencia. 

 

Una manera de evaluar
Evaluar en la diversidad es uno de los retos más difíciles con  los cuales tuve que enfrentarme. En mi aula doy un manejo singular y diferenciado para que los alumnos accedan a sus propios niveles de competencia, así las acciones pedagógicas van encaminadas a que la evaluación se convierta en un dispositivo formador, con el cual el estudiante aprenda a reconocer y superar sus propias dificultades de forma continua, integral y cooperativa. 

En consecuencia el proceso de evaluación es abierto y flexible, tomo en cuenta a cada estudiante desde el punto de vista de sus relaciones con los demás, su motivación, su madurez, su participación, el respeto por el otro, su mejoramiento cognitivo, su quehacer no solo en el aula sino en otros espacios. Asimismo  utilizo como elementos de apoyo la autoevaluación (cómo se siente en el grupo escolar y familiar, qué logros cree haber alcanzado, qué tan motivado se siente, qué conocimientos cree que a aprehendido), y la coevaluación o evaluación de sus pares (cómo lo han visto en sus avances cognitivos, afectivos y sociales, cómo ha sido el proceso de interacción con sus compañeros y con sus docentes).

Los estándares de competencias establecidos por el Ministerio son referentes obligados para todos los alumnos, pero es nuestra labor de maestros contextualizarlos de tal manera que el camino que se siga para alcanzarlos responda a las necesidades de los niños y se logre así garantizarles igualdad de oportunidades. Mi apuesta ha sido siempre privilegiar un encuentro positivo, sensible y real con el conocimiento, pues considero que  la  escuela debe ser para cada niña y cada niño que asiste a ella, el baluarte para descubrir otras formas de poder ser y de interactuar. ¿Cómo hacerlo? Ofreciéndoles posibilidades que les permitan adquirir competencias para tener una vida digna, garantizándoles el desarrollo de sus potencialidades, fortaleciéndoles su autoestima, fomentando la capacidad de resolver conflictos de forma racional y ética y apuntando a la conformación de una sociedad incluyente, equitativa y democrática.
 

Mi mayor reto
Mi mayor reto en materia de inclusión sigue siendo concientizar, involucrar y comprometer a los padres de familia en el proceso transformador frente a las problemáticas de los niños, para que ellos los vean desde su realidad y particularidad, que no los estigmaticen, que crean en sus alcances, que les apoyen, que les acompañen en sus proyectos de vida. Creería que es reto de todos los profesores del país mostrarles a las mamás y papás de nuestros estudiantes que la escuela cumple con una función de liderazgo en la construcción de modelos de vida que apuntan a superar los vividos por ellos, y lograr que confíen en que la escuela está para apoyarlos, dándoles a sus hijos una formación integral, con una educación de calidad y equidad para la vida, en la cual se privilegia la sensibilidad, la creatividad, la participación democrática, las motivaciones y ante todo la realización de sus sueños. 


 

Mery Aurora Poveda Cortés
Maestra Ilustre 2003
Docente de Matemáticas. Actualmente formadora de maestros Funcai

Así planeo una clase

Dado que estoy convencida de que solo se aprende enfrentando problemas o necesidades, la planeación de una clase se traduce en el diseño de una situación que los estudiantes deban resolver. Para ello tengo en cuenta: 

–    La estructura del concepto desde la disciplina. De esta manera puedo saber cuáles son los elementos esenciales que voy a trabajar con los estudiantes.
–    El desarrollo del concepto a través de la historia, pues de esta manera me hago a una idea de los problemas y soluciones que la sociedad fue poniendo a prueba a medida que ganaba experiencia y comprensión. Esto me ayuda a entender, por un lado, la complejidad que tienen los conceptos, y por otro, a tener más elementos para interpretar las soluciones puestas a prueba por los estudiantes.
–    La investigación existente sobre las etapas por las que pasan los individuos en la comprensión del concepto. Esto me permite pensar en el tipo de situaciones que pueden representar un reto para resolver por parte de los estudiantes de acuerdo con la etapa en la que se puedan encontrar, porque las pueden comprender, pero al mismo tiempo necesitan poner a prueba todo lo que conocen para resolverlas.
–    Materiales didácticos que permitan que los estudiantes puedan participar según sus diferentes niveles de desarrollo. Aunque la estructura de las situaciones sea la misma para todos, los materiales que vayan a utilizarse deben permitir usos variados de acuerdo con los niveles de comprensión que tengan, pues aunque los niños pertenezcan a un mismo grado, no todos aprenden de la misma manera. 
–    Las necesidades e intereses de los estudiantes. Un estudiante aprende más fácilmente aquello que es de su interés o que responde a una necesidad, por lo que las situaciones que se diseñen deben responder a los intereses propios de la edad en general y de los grupos en particular; en algunos casos este interés o necesidad puede surgir de los mismos grupos y en otras ocasiones puede ser creado a partir de situaciones que el docente trae al aula y que lo estudiantes acogen con entusiasmo.

 

Una de mis estrategias favoritas
Son los juegos de reglas diseñadas para que la actividad sea autorregulada, es decir, que no necesiten de la presencia del profesor para ser jugados, y que al mismo tiempo le permitan al niño enfrentar repetidamente la solución de problemas con una estructura similar, para que logre generalizarla. Los juegos tienen una particularidad y es que son significativos en sí mismos y crean un contexto dentro del cual se pueden plantear problemas con comprensiones compartidas por el grupo y el docente. 

La mayoría de los juegos se organizan por parejas o con una participación máxima de tres niños por cuanto se busca que a cada jugador el turno le corresponda en el menor tiempo posible; así se garantiza que todos los niños resuelvan un número suficiente de situaciones que les permitan ir encontrando regularidades. Asimismo, se introducen materiales en los que el ganar no necesariamente está determinado por las habilidades matemáticas del niño, sino por el azar, para favorecer la autoestima de los estudiantes. Además se pueden estructurar de tal manera que se puedan focalizar diferentes aspectos del concepto que se desea trabajar. 

 

Una manera de evaluar
Considerar la evaluación en sentido amplio, como el proceso de valoración que hacemos de las condiciones y circunstancias en que nos encontramos para tomar las mejores decisiones en pro de lo que deseamos, ayuda mucho a entender que esta siempre es un proceso formativo de mejoramiento permanente que se da tanto para el estudiante como para el docente, y que no puede circunscribirse únicamente a la aplicación de pruebas. Además ayuda a entender que el proceso de formación es continuo, y que por lo tanto las calificaciones y las decisiones sobre promoción son estrategias administrativas para poder organizar las instituciones en cuanto a condiciones de cobertura y recursos humanos.
 
Al respecto Vasco señalaba en 1997, que le gustaba más cuando en Colombia se hablaba de años escolares y no de grados, pues lo valioso era el tiempo que el niño pasaba en la escuela interactuando con otros compañeros a través de la mediación del docente, dando por hecho que no importaba el nivel en el que empezara cada año escolar, pues el compromiso ético del docente le permitiría ir alcanzando niveles cada vez más complejos, y así al terminar la educación básica tendría las herramientas intelectuales, morales y sociales para enfrentar los nuevos retos que la realidad le presentara en ese momento.

La observación permanente de lo que el estudiante hace frente a las situaciones problemáticas que se le plantean, le da al docente información valiosa sobre lo que este puede abordar y la forma como lo hace, para inferir el nivel de desarrollo en que se encuentra y el tipo de situaciones que podría diseñar para llevarlo a nuevas experiencias que le permitan ir transformando su forma de pensar. 

Dado que lo que el niño aprende no solo está determinado por lo que el maestro le enseña sino también por las condiciones individuales y por todo el contexto social y cultural en el que se desenvuelve, la valoración de su proceso de aprendizaje debe partir siempre de lo que ya sabe y no solo de lo que ignora, así por ejemplo, para un niño indígena el desarrollo de la ubicación espacial puede estar ya bastante avanzado al llegar a la escuela mientras que para un niño de un sector marginal de una gran ciudad este desarrollo puede ser precario, dado que permanece confinado a una habitación la mayor parte del tiempo.

 

Mi mayor reto
Mis mayores retos en materia de inclusión siempre han sido los niños que se ven obligados a repetir los grados escolares por diferentes circunstancias y que luego terminan excluidos del sistema educativo.

Cuando hice la Maestría en Desarrollo Educativo y Social, mi pregunta era si los niños que repetían el curso primero seguían un proceso diferente a aquellos que lograban ser promovidos (en ese momento había 36 niños repitiendo el año en la institución por no comprender las reglas del código alfabético por primera, segunda y tercera vez). Lo que descubrí a través de la indagación sistemática era que el proceso en general era el mismo para todos (las etapas de Emilia Ferreiro), pero que no todos iniciaban en el mismo nivel y por lo tanto quienes iniciaban en niveles más elementales no lograban entender lo que el profesor les decía y por ello no podían llevar a cabo la actividad como se esperaba; el docente los regañaba porque a su vez creía que era un problema de desatención, y de esta manera los niños iban disminuyendo su autoestima, hasta que finalmente se bloqueaban afectivamente.

Así que lo primero que había que restablecer era la confianza en sí mismos, en lo que sabían y en lo que eran capaces de hacer, y la confianza en el profesor como la persona que estaba para ayudarles a resolver sus inquietudes. Esto se pudo lograr diseñando actividades lúdicas y artísticas relacionadas con intereses propios de los niños, que les permitía interactuar libremente entre sí, pero que les implicaba poner a prueba lo que ya sabían con relación al lenguaje, y celebrando al mismo tiempo, con aplausos y frases alentadoras todas las realizaciones de cada niño sin importar el nivel en el que estuvieran. A la par se les daban sugerencias o se les hacían preguntas que los llevaban a mejorar sus productos.

El año antepasado asistí a una ceremonia de graduación de bachilleres y una señora prácticamente se lanzó a abrazarme y me dijo que ese grado solo había sido posible por mí, lo que obviamente me halagó muchísimo, pero sobre todo me sorprendió que se magnificaran de esa manera los hechos, pero luego que hicimos memoria, entendí el porqué de sus afirmaciones.

Yo fui docente de primero a tercero de primaria de tres de los hijos de esta señora, de los cuales dos que recibí en un mismo año tenían retardo cognitivo y eran los que se estaban graduando. Cuando los recibí, uno de ellos había perdido por dos años consecutivos primero, y el otro había perdido tres años; además el año inmediatamente anterior no los habían podido matricular porque en todas las instituciones los rechazaban, así que los niños ya eran considerados con edad extraescolar, es decir, no se podían matricular en ninguna institución formal. En otras palabras, el sistema escolar formal ya los había excluido.

Dado que me pareció injusto lo que el sistema hacía con estos niños y su familia, yo asumí la responsabilidad de recibirlos. Como eran ya grandes les di responsabilidades de organización del grupo y para evitar que los demás pudieran discriminarlos, les expliqué a todos que ellos estaban en ese curso, no porque no pudieran aprender, sino porque no habían tenido la oportunidad de aprender a leer, escribir y hacer cuentas a la misma edad porque su familia no había podido matricularlos antes en la escuela. 

De acuerdo con el diagnóstico que les hice, me di cuenta de que estaban en el nivel de lenguaje escrito de varios de los niños del curso, pero en aritmética tenían un dominio informal bastante elaborado, es decir, no hacían las cuentas convencionalmente, pero los procedimientos informales que utilizaban mostraban un dominio mucho más avanzado que los demás en relación con el sistema decimal de numeración y las operaciones aditivas y multiplicativas. El ambiente creado en el aula de reconocimiento y valoración de todos los saberes, hizo que rápidamente sus compañeros los identificaran como buenos matemáticos y el ser reconocidos les ayudó a autovalorarse.

Como las actividades eran diseñadas de acuerdo con lo que los niños podían comprender, pero al mismo tiempo les obligaba a resolver situaciones que retaban su forma de pensar, sentían que sabían y que cada vez podían aprender más, lo que mejoró su autoconfianza. Como pude seguir con ellos tres años consecutivos, los compañeros docentes se dieron cuenta de que podían aprender e interactuar con otros, aunque no lo hacían al mismo ritmo ni de la misma forma que los demás, por lo que permitieron que continuaran en la institución hasta que se graduaron de bachilleres dándoles un tratamiento más adecuado a sus condiciones particulares. De ahí que para la mamá de estos niños, mi intervención en esos primeros años era lo que había permitido que sus hijos pudieran salir adelante con toda la educación básica.


 

 

Yolanda López
Maestra ilustre 2010
Docente de Lengua Castellana
Institución Educativa Técnica Nuestra Señora de Fátima
Ibagué, Tolima

 

Así planeo una clase
Mi campo es el área de Castellano y nuestro principal objetivo es formar lectores y escritores autónomos, cosa que no es fácil en los tiempos actuales. 

Es imposible pensar que en lectura, por ejemplo, lo que le gusta al docente le interese al estudiante. Entonces, partiendo de los intereses de los estudiantes hago a comienzo de año sondeos para conocer los gustos de los niños (grado sexto y séptimo) en esta materia. Con base en ese sondeo armo un corpus grande de obras canónicas y de la literatura infantil y juvenil que conozco por su alta calidad literaria, y se las doy a su consideración. Ellos escogen cuál leer primero. Durante el año en clase circulan aproximadamente de 35 a 40 libros, que se rotan entre ellos. 

Quienes promocionan el libro son los estudiantes mismos, pues en la puesta en común que hacen de su lectura los demás niños están pendientes de lo que habla el compañero sobre la obra y la encargan para leerla en la próxima rotación. Ellos piden su libro de acuerdo con sus intereses: unos prefieren poemas, otros aventuras, otros misterio, a otros les gusta la mitología, en fin. Unos textos son de mayor complejidad que otros, pero al final del año, cada estudiante ha pasado por diferentes géneros y por diferentes niveles de complejidad en sus lecturas, lo importante es que estas los hagan vibrar, los forme y los transforme de la mejor manera. Con este modo de trabajo aseguro que todos participen. Cuando un niño expone sobre su libro, explica el porqué de su elección, qué le ha llamado la atención de la historia, si llenó sus expectativas, etc. Aquí ganamos en comprensión de lectura y en manejo del discurso oral. Todo con prácticas socioculturales significativas para el estudiante.  

 

Una de mis estrategias favoritas
Una de mis estrategias favoritas para lograr la participación al cien de todos mis estudiantes es el trabajo en equipo. Generar grupos de trabajo para investigar, consultar, leer, es muy provechoso porque así se genera más solidaridad; cada miembro trabaja para todos, aporta significativamente y todos están en la jugada. Igualmente, si uno de los miembros se queda rezagado, los otros le ayudan a ponerse a la altura de todos, o si por el contrario uno de los miembros no quiere trabajar, el mismo grupo se encarga de evaluarlo y de hacerle sentir que son equipo y que tiene una responsabilidad que cumplir. El trabajo en equipo es vital para fortalecer la participación de todos y crea ambientes democráticos en el aula. Pero en ocasiones hay otras circunstancias ajenas a la academia que no permiten la participación activa de los estudiantes: problemas familiares, comportamentales, etc. Para superarlos se requiere un manejo sicológico y trabajar casi de manera personalizada con estos estudiantes. Esas acciones de mejora  permiten que alcancen sus logros. 

 

Una manera de evaluar
La evaluación por procesos toma en consideración la diversidad de mis alumnos. Por ejemplo, la escritura no se llega a dominar de la noche a la mañana; como docente se necesita primero paciencia y todo un proceso que tenga en cuenta los intereses de los estudiantes, en el cual esté presente la motivación para escribir, es decir, la escritura trabajada en prácticas socioculturales reales. Eso implica que aquello que se les pida que escriban tenga sentido para ellos, por ejemplo una crónica para publicar en el periódico escolar o para participar en un concurso, escribir poesía para participar en un recital, etc. El debate y la reflexión en conjunto sobre el escrito de un estudiante, por ejemplo, permiten otras formas de evaluación y de participación, y se evidencia en quien es evaluado más interés en su propio proceso de aprendizaje.

 

Mi mayor reto
Mi mayor reto en materia de inclusión lo afronté cuando entré a trabajar al Colegio de la Policía Nacional en Ibagué. Allí me encontré con casos de estudiantes con dificultades para expresar el miedo que sentían al saber que sus padres se despedían, pero no sabían si regresarían a casa. La forma de ser de ciertos estudiantes, sus actitudes hostiles en algunas ocasiones y demasiado introvertidas en otras, me hicieron pensar que a través de la escritura podrían hacer catarsis de esas emociones que a veces delataban miedos, rabias y frustraciones y  que los hacía ver como jóvenes que no encajaban en esa clase de institución. Poco a poco fueron cediendo esos miedos y esas frustraciones al encanto de la palabra escrita y encontraron el discurso preciso para contar lo que les acontecía. El ejercicio que seguía era un reto para ellos aún más interesante que el primero: tener el valor de leer sus escritos frente a la clase les permitió conocerse y entenderse unos a otros, y respetar la diferencia. Pero además, en el proceso de cualificación de esos escritos aprendieron muchísimos aspectos sobre el funcionamiento del lenguaje, aplicables a otra clase de documentos. Sin duda esos textos son lo más emotivo que he tenido de estudiante alguno. Recuerdo con nostalgia esas promociones porque estrecharon lazos de amistad muy fuertes, fueron muy unidas. 

También he tenido estudiantes con dificultades especiales a los que me he dedicado sobre todo en la lectura. Les gusta escuchar historias y dentro de sus limitaciones lingüísticas participan y sus compañeros oyen con mucha atención sus comentarios. A ellos estas actitudes les dan seguridad y los hacen sentir parte del grupo. Además pienso que es una forma de fortalecer sus capacidades, se les exige para que den lo máximo dentro de sus posibilidades.

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Diego Fernando Barragán Giraldo
Gran Maestro Premio Compartir 2004
Invitó a sus estudiantes a armar pieza por pieza un rompecabezas mental cuya imagen final dejaba ver la realidad del país.