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Se busca una escuela. (Primera parte)

Ir a la escuela es decidirse a tomar el mundo en nuestras manos, es tomar el reto de ser parte de una escritura conjunta que nunca termina, es sentirnos placenteros navegantes del lenguaje.

Noviembre 23, 2021

“Escribir: para no dejarle el lugar al muerto, para hacer retroceder al olvido,
para no dejarse sorprender jamás por el abismo, para no resignarse ni consolarse nunca,
para no volverse nunca hacia la pared en la cama y dormirse como si nada hubiera pasado”.

Hélène Cisoux

 

¿Qué salvar en el naufragio?

A modo de balance del segundo año de la pandemia van estas ideas que, desde un contexto general, buscan sensibilizar al sector educativo como componente principal de la crisis y, por tanto, escenario fundamental donde se deben cocer las grandes transformaciones que garanticen el ser y el estar en esta morada común: la Tierra.

Una pregunta de cajón se hace con frecuencia: ¿qué salvarías frente al evento inminente de un naufragio? Es un interrogante que nos pone frente a aquello que priorizaríamos en una situación de pérdida, soledad o desamparo. Estos dos años nos han puesto frente a situaciones que tienen en vilo la vida humana, por un lado, la pandemia y por el otro la alerta roja frente al calentamiento global. 

Esto sin contar problemáticas de alcance inusitado como las mareas humanas que se desplazan por el Mediterráneo, por las fronteras porosas de Europa y Asia y por nuestra América, en busca de mejores condiciones de vida. Además de las tragedias de nuestro turbulento contexto local: la actitud negligente del gobierno con los acuerdos de paz y los efectos expresados en el Paro Nacional. La pregunta inicial tiene un tono individualista, pero desde el campo educativo la pregunta tendría un tono comunitario: ¿cómo podemos enfrentar, entre todos, la amenaza de naufragio? ¿Qué deberíamos salvar ante el naufragio?

Al primer interrogante la respuesta está a la vista: el trabajo en equipo. Lo hemos constatado en la búsqueda de la vacuna. Es encomiable la vocación colaborativa en esta tarea y la actitud solidaria de algunos países por compartir sus vacunas con otros en desventaja económica para adquirirlas. Vocación que floreció en muchos hogares en los períodos de confinamiento. Vocación que debe seguirse alimentando en nuestras escuelas en la “nueva normalidad”.

Y, ¿qué salvar para la educación?

Para enfrentar el cambio climático, la pandemia, y sus efectos colaterales, es también indispensable el trabajo colaborativo. La pandemia nos regaló la oportunidad para cuestionar nuestro estar en el mundo, para sospechar de arraigados hábitos de consumo y para reflexionar sobre nuestra relación con el planeta, como casa común. La educación virtual, a su vez, nos llevó a cuestionar las prácticas de aula, las metodologías y las formas de aprender tradicionales.

Debimos aprovechar la amenaza de naufragio para que la travesía, en ese mar sin límites que es Internet, se llenara de motivos y nuestros estudiantes descubrieran esos otros contornos, esas fronteras inexploradas, esos tesoros de la cultura universal, que abundan en muchos portales de la web.

Nos vimos presionados a priorizar los tiempos, las condiciones de conectividad, las dinámicas familiares y propiciar los diálogos inter-áreas, si queríamos mantener la comunicación y el vínculo con los estudiantes y sus familias. Ya no era el mero estudiante, ahora debíamos tomar en cuenta el grupo familiar y, en la medida de lo posible, involucrarlos en el propósito común: una huerta casera, una representación teatral, un videoclip, una presentación artística, la recuperación de personajes de la historia familiar, una apuesta artesanal, una danza, la recuperación de los secretos de las plantas y los frutos autóctonos y su relación con los secretos culinarios, la recuperación de la narración de cuentos y relatos en los espacios cálidos de las casas, las cocinas, las salas y los patios.

Los nuevos retos

¡Qué extraño esto de caminar, tropezar, caminar y no aprender! Llegamos de nuevo a la presencialidad y pareciera que lo más fácil es echar en saco roto lo aprendido. Puedo pecar de exagerado, pero es lo que hay, lo que se escucha entre los colegas y lo que se cuece en los pasillos de los colegios. Empezamos el año escolar y, quién lo creyera, cada uno por su lado. 

De nuevo la cantidad de asignaturas y cada cual defendiendo su área como parcela sagrada. ¿Y los proyectos integradores? ¿Y el aprendizaje basado en problemas? ¿Y la interdisciplinariedad? ¡Nada!Todo queda solo en el papel. He venido planteando que es urgente una intervención decidida por parte de los gremios de educadores, de directivos docentes y del mismo Ministerio de Educación para que le aportemos a mejorar la calidad educativa y esto solo es posible si se le da un vuelco a la manera como está pensada la escuela. Desde hace dos décadas distintos pensadores y pedagogos colombianos lo han dicho, entre estos, De Zubiría ha sido contundente:

“La visión fragmentada, informativa y desarticulada que ha dominado la educación en Colombia ha conducido a una idea totalmente equivocada a nivel curricular y es que, ante cualquier nuevo problema, debe aparecer una nueva asignatura. En lugar de quince asignaturas desligadas, toda la educación básica debe estar concentrada en desarrollar tres esenciales competencias transversales: pensar, comunicarse y convivir. Todo lo demás es superficial al lado de esas tres esenciales competencias en la vida”.

¿Por qué es tan difícil poner en diálogo a los maestros para que acuerden proyectos en torno a problemáticas reales? El inicio del año escolar debería empezar con encuentros de maestros por grados, en los que se discutan las maneras como las áreas pueden trabajar integradas y que los estudiantes se sientan retados por proyectos innovadores, que disparen sus ánimos investigativos y por hacer algo beneficioso, para sí mismos y para sus comunidades, con sus aprendizajes.

Siguiendo a De Zubiría, estamos preparando niños y jóvenes para la vida y con esta visión fragmentaria de la escuela lo que estamos contribuyendo es a la deserción escolar, al tedio de niños y jóvenes que esperan el menor descuido para “conectarse” a esos otros “mundos” mágicos, deslumbrantes, inciertos y adictivos que ofrecen las redes y a las consecuencias del fracaso de nuestros muchachos cuando intentan ingresar a la universidad.

La escuela demanda no volver a “más de lo mismo”. Si algo nos regaló esta situación excepcional es una sensibilidad a flor de piel: nos duele cada ser humano y nos duele la piel de esta tierra ultrajada. También nos regaló una oportunidad de regresar para decirle a los otros que nos importan, que la vida tiene sentido porque nos tenemos y que no es posible desperdiciarla engañando nuestra mente, envenenando nuestro cuerpo, permitiendo que personas inescrupulosas sean quienes dirijan los destinos de tantas comunidades.

Mundos trepidantes versus lectura 

Que este volver vivos nos permita redimensionar las bondades de la escuela. Ni el academicismo puro en que cayeron muchas instituciones privadas por quedar bien en el “ranking” de los “mejores colegios”. Ni la fragmentación, desarticulación y descontextualización del saber. Esta última se constituye en una verdadera amenaza, es el “choque de trenes” de las áreas, es desperdiciar la oportunidad de estar, leer y pensar juntos. Para hacer proyectos tenemos que leer-nos. ¿De qué otra manera podemos juntar sueños y avizorar puertos comunes?

La verdadera lectura es pasión y pausa, al mismo tiempo, y el fuego amigo debe encarnarlo el maestro. ¿Qué promueve el facilismo de los dispositivos? No leer. El joven, el adulto, solo pasa con su dedo contenidos diversos, esperando un efecto cada vez más alucinante, estridente y adictivo, pero no sabe dónde diablos está parado y menos sabe interpretar lo que ocurre a su alrededor. Una vida artificiosa en el facilismo de no leer, de no degustar el “entre líneas”, de no saborear las vetas del acumulado del saber universal, una especie de ente que solo espicha botones y envía emoticones… ¡para compartir! Sin palabras. ¡Qué ironía!

Escuchar, leer y escribir en torno a contextos reales y a proyectos interdisciplinarios son las competencias que reclama el ciudadano actual, es el camino para que los niños y jóvenes valoren aquello de vivir y crecer juntos.

Ir a la escuela es decidirse a tomar el mundo en nuestras manos, es tomar el reto de ser parte de una escritura conjunta que nunca termina, es sentirnos placenteros navegantes del lenguaje.

Que nuestro ejercicio docente no cese en las aulas: somos referentes importantes para nuestra comunidad y no podemos ser inferiores a esas manos extendidas de nuestros estudiantes.

 

Bibliografía:

Skliar, C. y Brailovsky, D. (2015). La petición de la escritura en los escenarios educativos. Enunciación, 20(2), pp. 261-270.
Recuperado en: revistas.udistrital.edu.co

Cixous, Hélène (2006). De La llegada a la escritura. Traducción de Irene Agoff. Editorial Amorrurtu, 2006.
Recuperado en: www.revistaadynata.com/

Carlos Skliar, Subrayar y narrar, mientras respiramosEnunciación: Vol. 25 Núm. 2 (2020): La potencia del lenguaje en tiempos de incertidumbre. (Separata)
Recuperado en: revistas.udistrital.edu.co/index.php/enunc/article/view/17013/16303

Fragoso, David. Proyectos integradores interdisciplinarios centrados en el desarrollo de capacidades y valores. Boletín Redipe, Vol. 5 Ed 2, febrero de 2016
Recuperado en: issuu.com/redipe/docs/boletin_5-2-ilovepdf-compressed

De Zubiría Samper, Julián. ¿Qué no es necesario enseñar hoy día en la escuela? Revista Semana, 4 de junio de 2017
Recuperado en: www.semana.com

De Zubiría Samper, Julián. ¿A qué deberían ir los niños a la escuela? Revista Semana, 3 de enero de 2017
Recuperado en: www.semana.com/educacion/articulo/para-que-sirve-estudiar/489542/

De Zubiría Samper, Julián. Hacia un acuerdo nacional para mejorar la calidad de la educación básica y media en Colombia. 2010
Recuperado en: revistas.idep.edu.co/index.php/educacion-y-ciudad/article/view/118

 


Imagen RODNAE Productions en Pexels

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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