Usted está aquí

La biblioteca, la escuela, la vida

“¿Qué tenemos sin bibliotecas? No tenemos pasado y no tenemos futuro” – Ray Bradbury.

Enero 20, 2016

Borges imaginaba al paraíso como una especie de biblioteca. Como él, son muchos los escritores e intelectuales que atribuían parte de su éxito a haber tenido una biblioteca en sus casas o a poderse escapar de la rutina a refugiarse en sus instalaciones mientras gozaban sumergiéndose en la literatura de sus autores preferidos.

Desde siempre, la biblioteca ha sido la guardiana del saber y uno de los pocos vestigios de civilización que nos quedan en este cada vez más caótico planeta. En una escuela ideal, la biblioteca sirve no sólo para el desarrollo del currículo, sino que además es el espacio libre del colegio, el laboratorio donde los docentes podemos ver el crecimiento de nuestros lectores a partir de esas lecturas “para nada”, es el lugar donde las aventuras y los hechos reales se vuelven tangibles por cuenta del libro, es un sitio más para la planeación docente sin importar cuál fuere su área.

La modalidad de préstamo sigue pidiendo, como en el siglo pasado, trámites y garantías, y se presenta la paradoja, muy al estilo colombiano, de que los libros no se toquen y de que ojalá no se leyeran para que no se dañen.

Pero la biblioteca enfrenta muchos problemas, uno de ellos es la dotación: aunque ha habido avances por cuenta del plan de lectura y escritura del Ministerio de Cultura, aún falta para tener la cobertura necesaria. Otro problema externo es la modalidad de préstamo que sigue pidiendo, como en el siglo pasado, trámites y garantías, y se presenta la paradoja, muy al estilo colombiano, de que los libros no se toquen y de que ojalá no se leyeran para que no se dañen. Finalmente pareciera que la acción del ministerio se queda en la dotación sin que haya un control o evaluación del material que llevan a los colegios.

Pero de poco sirve tener una muy buena dotación y permitir el acceso a los libros si no insertamos la biblioteca a la escena educativa para que deje de  hacer parte de lo administrativo y llegue a lo pedagógico como lo afirma María Clemencia Venegas[1]. No se trata de crear más trabajo para los profesores sino de que puedan utilizar el material para la optimización de sus clases, que no se quede como el recinto para ir a ver una película o copiar párrafos sobre el tema, sino que se transforme en verdaderos lugares de interacción y crecimiento personal y grupal, sin que ello vaya en detrimento de la adquisición del conocimiento. Esa es una tensión que los docentes debemos ser capaces de conciliar.

Entonces, el ministerio debe seguir dotando las bibliotecas de las instituciones educativas, aliviar los requisitos para el préstamo de libros y, junto con las escuelas, tratar de empoderar a los padres de la necesidad de la lectura informativa u ociosa en casa; las instituciones educativas deben resucitar sus bibliotecas, incorporarlas como ayuda pedagógica y adecuarlas para que tengan un ambiente cálido y los docentes debemos apropiarnos de la biblioteca, hacerla parte de nuestro currículo y disfrutar de la lectura, no sólo de la pragmática sino de la lectura por placer. Las bibliotecas son grandes aliadas, no sólo del conocimiento sino de la construcción de la sociedad, ya lo dijo Ray Bradbury: “¿Qué tenemos sin bibliotecas? No tenemos pasado y no tenemos futuro”.

[1] VENEGAS María Clemencia, entrevista, Leer para comprender, escribir para transformar; Plan nacional de lectura y escritura, página 135

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
Boletín de noticias
Registre su correo electrónico para recibir nuestras noticias.
Escrito por
Bloguero invitado
Promedio: 5 (1 voto)
Estadísticas: .
Luis Fernando Burgos
Gran Maestro Premio Compartir 2001
Revivo los mitos y leyendas para invitar a los duendes a guiar procesos de investigación.