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El sueño de una maestra
Soñé que me despertaba y me preparaba para llegar a la escuela Normal Superior María Auxiliadora de Santa Marta donde realizaría mis prácticas.
Que al llegar me recibían cientos de niños con sus rostros felices y llenos de energía; que al verme estaban dispuestos a conocerme, brindándome lo mejor de sí para aprender y disfrutar cada minuto que pasara junto a ellos. Lo que aún no conocían era que ellos harían más en mí de lo que yo pude instruir en su ser.
Con el tiempo que pasaba me daba cuenta que una pizca dentro de mi estaba creciendo, llenándome de sentimientos inexplicables, esos que se resumían en felicidad, regocijo y éxtasis por saber que al llegar el próximo día mis alumnos estarían ahí para apoyar la futura maestra que estaba formando y soñando.
Cada vez que evoco ese sueño pienso en las adversidades que tuve en el aula y las posibilidades que tenían estas de convertirse en pesadillas. El conflicto interno que existía entre el alumnado, la inseguridad y más que nada la falta de interés y apoyo de la familia hacían de mi labor un proceso lleno de retos, pero de sobremanera colmado de mucha esperanza, porque asimilaba que todo era un sueño, recordando que como maestra tengo las herramientas necesarias para descartar aquel desasosiego y convertirlo en un anhelo lleno fantasías.
Al despertar en esta realidad interiorizo cada una de las posibilidades de transformación que hay en mi vocación, en que me quiero convertir a ciencia cierta; deseo ser esa maestra que constantemente tiene un compromiso con la formación integral de sus estudiantes, la cual salvaguarda y lucha por sus derechos.
El seguir con esta sueño se convierte para mí en la mayor oportunidad para para demostrar mi pasión por marcar la diferencia.
Al final de este sentir descubrí que no estaba soñando, que lo imaginé, hoy es toda una realidad. Una aventura que decidí tomar: el ser maestra.
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