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Y a ti… ¿qué te van a dejar ser de mayor?

Los datos del programa PISA señalan que los niños tienden a tener mejor desempeño en matemáticas y ciencias que las niñas, mientras que a las niñas les va mejor en lectura y lenguaje. 

Enero 10, 2019

Hace un tiempo escuché una conversación entre mis hijos de esas que te hacen sonreír y te invitan a reflexionar. Mi hijo de seis años le dijo a mi hija de cuatro: “Qué linda eres”. A lo que mi hija, enfadada, le respondió: “¡Yo no soy linda! ¡Soy valiente e inteligente!”. Mi hijo, confundido y extrañado, no entendió qué había dicho de malo.

Lo que para mi hijo fue un cumplido refuerza un rasgo socialmente importante para una niña: que se aprecie su apariencia por encima de su inteligencia. Estos sesgos inconscientes y, aparentemente intrascendentes, pueden marcar las trayectorias educativas y profesionales que se plantean tanto para niñas como para niños.

¿Qué observamos en educación?

Los datos del programa PISA señalan que los niños tienden a tener mejor desempeño en matemáticas y ciencias que las niñas, mientras que a las niñas les va mejor en lectura y lenguaje.

Estas brechas en resultados académicos pueden explicarse por diferencias en preferencias, intereses y talentos. Y podríamos dejarlo ahí. No obstante, hay al menos tres problemas con esa interpretación: (i) a diferencia de los resultados en lectura y lenguaje, los resultados en matemáticas predicen el desempeño futuro en el mercado laboral; (ii) las diferencias entre niños y niñas son prácticamente inexistentes cuando entran a la escuela y dicha brecha se va ampliando según avanzan en grado académico; y (iii) hay países que no tienen esas brechas y en algunos están revertidas o se están revirtiendo.

Un par de responsables: el hogar y la escuela

En los debates de política pública, con el afán de ofrecer recetas concretas, tendemos a generar dicotomías que acaban percibiéndose como alternativas antagónicas. Este tema no es una excepción. No es la escuela o la familia: son las interacciones entre ambas las que generan estas brechas. Y esas interacciones pueden hacer que las diferencias jueguen en favor o en contra de cada grupo.

En el ámbito del hogar, la educación de las madres es un buen indicador de los resultados académicos de sus hijos/as. La evidencia también sugiere que su desarrollo profesional incidirá tanto en las decisiones de carrera que sus hijas tomen, y en las decisiones de pareja y la implicación en el hogar que sus hijos tengan.

En el ámbito de escuela, la calidad de la institución educativa está relacionada con diferencias en desempeño entre niñas y niños, y el rol del docente es clave.

Las expectativas de los maestros y su percepción sobre las habilidades de los estudiantes están relacionadas con cómo estos chicos y chicas se ven a sí mismos y cómo esas percepciones pueden afectar el desempeño académico, y sus decisiones de carrera y futuros ingresos.

En Jordania, cuya brecha está revertida en favor de las niñas, se ilustran bien las interacciones dentro y fuera del espacio escolar. Las niñas suelen tener mejor desempeño que los chicos en prácticamente todas las materias. A partir de tercer grado, los estudiantes de escuelas públicas se separan y van a escuelas solo de niños o de niñas. Los chicos tienen mayores niveles de autonomía y libertad en casa, por lo que tienden a salir más con amigos y dedican menos tiempo al estudio. Las chicas saben que si quieren tener una mínima posibilidad de trabajar tienen que conseguir buenos resultados. Los chicos saben que, aunque no saquen las mejores calificaciones, acabarán encontrando un trabajo. Además, las escuelas de chicos solo tienen profesores hombres quienes suelen ser más permisivos en el aula (hacen la vista gorda cuando se copian, por ejemplo) y establecen dinámicas más violentas. Las escuelas de niñas comportan ambientes más propicios al aprendizaje, contando con docentes más competentes académicamente, menos agresivos y más tolerantes.

En Chile, uno de los países de ALC con la brecha en matemáticas más amplia a favor de los chicos (el caso contrario a Jordania), evidencia reciente muestra diferencias significativas en el nivel de atención que los docentes prestan a ambos grupos. Los peores docentes tienden a mostrar mayores niveles de atención a los niños, privando a la clase de una participación más balanceada. Adicionalmente, estos sesgos están relacionados con el desempeño en pruebas SIMCE: las chicas, cuyos maestros muestran mayores sesgos de atención, tienden a desempeñarse peor en todas las materias, y especialmente, en matemáticas.

Mejorar la calidad de las interacciones dentro y fuera del aula es clave para combatir estos sesgos e inconsistencias. Además de la familia, la escuela y los maestros son determinantes en la vida de chicos y chicas dado que también ellos afectan su salud emocional y felicidad en la vida adulta. Políticas orientadas a sensibilizar a los docentes, que les den las herramientas para tener un mejor control del aula y promover una participación más balanceada son clave para asegurarnos que TODOS los estudiantes se benefician de una educación de calidad, que potencie sus talentos, y saque lo mejor que cada uno de ellos lleva dentro.

 

Lea el contenido original el Enfoque Educación, blog del BID.

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Escrito por
Especialista Líder en Educación de la División de Educación del BID. Lidera y contribuye a la investigación, diseño, ejecución y evaluación de proyectos innovadores en América Latina y el Caribe. Doctora en ciencias políticas de la Universidad de Lovaina.
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Hoguer Alfredo Cruz Bueno
Gran Maestro Premio Compartir 2009
Logré vincular el aula y la comunidad rural a través de expediciones que marchaban tras la huella de la cultura local en tertulias de lectura que se convirtieron en lugares de encuentro entre los padres, los hijos, los textos y la escuela.