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De Cosmos a The Wonder Years

Ya no se buscan provocadores del asombro y de la reflexión, sino empleados que cuiden niños, llenen formatos y obedezcan en silencio haciendo a un lado la posibilidad de pensar. 

Julio 24, 2018

Hace unas semanas, ‘El Espectador’ publicó un artículo sobre la mentalidad que las élites colombianas tienen sobre la educación y la ciencia, elementos fundamentales para lograr que una sociedad se desarrolle. El artículo escrito por Ricardo Gómez Giraldo, y producto de una tesis doctoral es un grito en medio del horror en un país en el que la muerte y la corrupción se naturalizaron.

Las conclusiones de su estudio en realidad no sorprenden y demuestran que a la dirigencia colombiana jamás le ha interesado el desarrollo del país pensando en la ciencia, la tecnología y la educación como factores centrales de ese proceso tan aplazado. Su estudio abarca miles de documentos que se proponen comprender la mentalidad de una dirigencia que simula preocuparse por generar equidad y desarrollo, pero que en realidad se amoldó a una estructura parasitaria que en muchas de las regiones del país, hizo de la política una fuente de lucro personal o clientelar, dejando a un lado una visión integral del potencial educativo desde perspectivas científicas o productoras de saber.

El problema se agudiza cuando se piensa el proceso de educación para la ciencia desde los territorios en los que las preocupaciones oscilan entre una educación tradicional  que obstaculiza aprendizajes significativos y la compleja preocupación que se le presenta al maestro por resguardar la estabilidad emocional y salvar la vida.

Esto ha hecho de la Escuela una mentira, una servidora de la simulación, una pantomima en realidad, porque entonces se comprenden las razones que subyacen a tantas políticas educativas que impiden la capacitación de los maestros o, el reconocimiento de un espacio para la reflexión del quehacer educativo estirando la jornada laboral a través de una amañada interpretación del decreto 1850, o el ataque a aquellos maestros que se salen de los parámetros tan antipedagógicos con los que se concibe ahora la labor docente.

Ya no se buscan provocadores del asombro y de la reflexión sino empleados que cuiden niños, llenen formatos y obedezcan en silencio haciendo a un lado la posibilidad de pensar la Escuela como un ágora; no se fortalece la Escuela con una infraestructura que produzca saber y que proporcione al estudiante los elementos que le permitan pensar una sociedad en la que el desarrollo y la igualdad sean jalonadas desde el conocimiento mientras se imagina como un científico o un empresario ético que aporte en el diseño y la construcción de una sociedad honesta y tolerante.

Al abordar este problema como eje de discusión para fortalecer nuestra práctica educativa, surgió en la IE QUEBEC de Duitama el proyecto Marco Antonio Quijano Rico como una forma de pensar el problema de la interdisciplinariedad que evidenciaría mejor la necesidad de una educación integral, mientras recordamos a Carl Sagan en su nave espacial acercándonos al asombro e invitando a los docentes del planeta a llevar la ciencia a las aulas como una forma de construir una sociedad más lúcida y humana. El poder crítico de Sagan es demoledor.

Al recordar su paso por el colegio concluye que no le aportó nada (Sagan, 2018); y nosotros que crecimos viendo The wonder years (1988) en la que aprendimos que se podía cuestionar y debatir la Escuela porque en uno de los capítulos de la serie, ese narrador omnisciente dice que si había un sitio en el que se aprendía lo que significa el totalitarismo, era en las escuelas del país, nos sentimos aludidos e intentamos marcar la diferencia…

Nosotros, que en esas tardes poscolegio, cuando gracias a Dios no había jornada única, veíamos Cosmos, programa en el que un científico viajaba en una nave espacial recorriendo el universo, mientras esa voz que pensamos que era la de Carl Sagan nos hablaba de Eratóstenes precisando la redondez de la tierra y la extensión de su circunferencia, y entendíamos que esos descubrimientos los había realizado a punta de ingenio, razón y asombro… Nosotros que fuimos hechizados por la historia de Hipatia y de la Biblioteca de Alejandría, y de los libros que se perdieron en ella; entendimos que gracias a esos programas, más de uno de esos estudiantes de nuestra generación, se volvió lector o amante del saber, porque pensar en esa posibilidad de perderse de algo asombroso y necesario, provocó una angustia que solo se aliviaba en los recintos de una Biblioteca.  

El Doctor Marco Antonio Quijano Rico es un científico boyacense; elegimos su nombre para bautizar nuestro semillero porque intentamos crear el primer programa espacial de Duitama desde el área rural, y el Doctor Quijano trabajó para la NASA; tuvo en sus manos material traído de la luna en 1969, y luego de una exitosa carrera como científico, ahora habita estos paisajes pensando en su potencial agrícola con visión empresarial; desde su perspectiva, es posible modernizar esta tierra desde el conocimiento científico, y ha puesto producir esta tierra que lo vio nacer a través de un viñedo en Nobsa (Boyacá).

En nuestro proyecto propusimos además realizar una cartografía del agua en la vereda o en los barrios en los que viven nuestros estudiantes, para guiarnos por la memoria del agua. Así comenzamos visitando nuestro páramo y rastreamos la memoria de los habitantes del contexto quienes nos cuentan sobre los cambios que ha habido en los últimos años relacionados con el agua, y nos propusimos hacer un inventario biótico en el sector; el reencuentro con los saberes ancestrales ha permitido resignificar el diálogo familiar y comunitario mientras se desarrollan competencias investigativas desde las ciencias naturales y desde las ciencias sociales. Luego de un año y medio de diagnóstico ha comenzado su implementación.

Se continuó el trabajo de un proyecto alterno sobre la Cátedra de la Paz denominado Invitados mediante el cual se creó un espacio en el que invitamos a personajes destacados de nuestra ciudad quienes suben hasta la vereda a conversar con nosotros.

El año anterior invitamos a escritores, poetas, músicos, un periodista y a un científico, el Maestro Darío Gutiérrez quien podría ser uno de los más importantes estudiosos de las arañas en nuestro país. Este año hemos invitado a Diego Vásquez,  un empresario, escritor y lector; también a Bryan Salamanca, joven investigador de la UPTC, reconocido por el diseño de máquinas y quien está terminando su carrera de Ingeniería Electromecánica, y entrevistamos al Maestro Darío Gutiérrez. Queremos motivarnos desde una Escuela Rural para acercarnos a la ciencia y por eso conversamos con él nuevamente, y queremos compartir con los lectores de Palabra Maestra, la entrevista que nos concedió.

Si quieren también pueden escucharlo en uno de los capítulos de nuestro canal ¿Por qué debes cuidar a las arañas? He aquí el link. Ojalá compartan esta entrevista porque vale la pena, y ojalá se suscriban a nuestro canal… Compartimos la entrevista que aparte de ser un homenaje a este gran profe, quizás pueda estimular a los maestros pilos de este país para que a su vez motiven a sus estudiantes a ver si algún día tenemos más científicos que corruptos y asesinos.

Pdta: Finalmente, agradecemos a Compartir Palabra Maestra por el obsequio que nos envió y al CNMH por esa caja viajera que obsequiaron al proyecto Mnemósine. Esos estímulos son los que hacen que los profes soportemos un poco más las quijotadas de pensar en un país que aplasta el pensamiento.

 

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Docente Licenciado en Ciencias Sociales, magíster en Historia y doctorando en Lenguaje y Cultura en la UPTC. Profesor del colegio Quebec y catedrático de la UPTC Duitama
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