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El dilema de la escritura en el aula, un dilema que no termina de resolverse

¿A quién o a quiénes se debe responsabilizar de las preocupantes deficiencias que en materia de lecto – escritura presentan los jóvenes en Colombia?

Agosto 10, 2015

Estudios de prestigiosas universidades como la del Rosario, han revelado que incluso después de haber cursado los dieciséis años que supone la educación básica primaria, secundaria y superior, los jóvenes colombianos no alcanzan niveles óptimos en su desempeño con la escritura.

Como se dice coloquialmente, todos se botan la pelota, a la hora de asumir la responsabilidad de este descalabro, y cada uno de los implicados termina señalando un culpable. Pero como lo plantea Mauricio Pérez Abril -Pedagogo e investigador de la universidad Javeriana- en relación con los bajos niveles de lectura, y que también valdría para la escritura: “¿Es  suficiente con buscar el culpable? Es más, ¿es legítimo buscar culpable?

En relación con los bajos niveles de lectura, y que también valdría para la escritura: “¿Es  suficiente con buscar el culpable? Es más, ¿es legítimo buscar culpable?

Frente a este tipo de situaciones que alarman a todo el país, alguien tiene que pagar, pareciera ser la conclusión al leer las noticias que la prensa publica a este respecto, de lo contrario ¡sería el colmo! Y sabemos que cuando se busca el culpable de algo que no puede ser  atribuible a un solo sujeto, a un solo proceso, a una sola institución, la “papa caliente” se rota en un círculo infernal en el que todos terminamos calcinados.[1]

Indefectiblemente, uno de esos calcinados, el que resulta ostentando el deplorable primer lugar, siempre es el maestro. Sin importar el nivel en que se desempeñe, siempre será el perfecto culpable… ¿Pero es justa esa condena? ¡Categóricamente pienso que no! El maestro es solo un eslabón, en la gran cadena de responsabilidades; una  de las tantas pinceladas de ese óleo pintado por  múltiples manos –zarpas, también- que aún no  terminan de delinear una política educativa consistente y  económicamente sostenible, para fortalecer los procesos de lectura y escritura en nuestro país.

Uno de esos calcinados, el que resulta ostentando el deplorable primer lugar,   siempre es el maestro. Sin importar el nivel en que se desempeñe, siempre será el perfecto culpable.

De otro lado es importante  precisar que  esa política pública, también  está en mora de repensar la óptica desde donde se mira la formación docente, que hasta el presente ha sido asumida desde la “capacitación” donde se invierten grandes sumas del dinero de los contribuyentes en propuestas que apuntan a resolver situaciones  netamente coyunturales, y que se inflan ostentosas como pompas de jabón pero  mueren prontamente por falta de continuidad y seguimiento.

Estas, en la práctica se constituyen en un  paño de agua tibia, en  un caramelo con el que se  mitiga la amargura de los malos resultados, en una estrategia que termina confabulándose con la mano negra de algunos estamentos de nivel municipal, departamental y nacional  tremendamente hábiles en  el arte de “cañar” al Ministerio  y al  país con cifras, consolidados y  cuadros estadísticos.

Propuestas que apuntan a resolver situaciones  netamente coyunturales, y que se inflan ostentosas como pompas de jabón pero  mueren prontamente por falta de continuidad y seguimiento.

Frente a este complejo panorama, la única opción consistente para las Direcciones de Calidad de esta cartera, a nivel nacional, regional y municipal sería el diseño de Programas de Formación docente que cuenten con el respectivo seguimiento, retroalimentación y continuidad, para puedan constituirse en verdaderos factores de cambio no solo a nivel educativo, sino también social y cultural.

Para terminar, es preciso anotar que si bien, los maestros no somos los grandes culpables, también estamos en mora de preguntarnos desde donde y bajo qué referentes didácticos y disciplinares estamos enfocando los procesos de escritura  en las aulas; pensar en las concepciones desde donde asumimos la escritura, puede ser el primer paso.

Es preciso anotar que si bien, los maestros no somos los grandes culpables, también estamos en mora de preguntarnos desde donde y bajo qué referentes didácticos y disciplinares estamos enfocando los procesos de escritura  


[1] Pérez–Abril, Mauricio (2013). Estudiantes colombianos: ¿dos décadas rajándose en comprensión lectora? Revista Javeriana. Tomo 149, año 80, n° 791, enero– febrero 2013, 44-51.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Escrito por
-E. Normal Superior Ibagué, Licenciada en Ciencias de la educación con énfasis en Lengua Castellana de la Universidad del Tolima; nominada al Premio Compartir en el año 2006 y Finalista en la edición 2015
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Sandra Cecilia Suárez García
Gran Maestra Premio Compartir 2013
El cuerpo habla y la danza puede ser el camino para la exploración del ser y el medio para liberar las palabras que se encuentran encadenadas.