La cocina, como asignatura, es un catalizador de la mejor versión del ser humano para aprender e interiorizar la belleza de la comida como unidad, tanto familiar como personal.
Una invitación para repensar los sistemas de evaluación, salir de marcos homogeneizadores y convertir el necesario acompañamiento del alumnado en una oportunidad para enseñar y aprender con sentido.
Logré vincular el aula y la comunidad rural a través de expediciones que marchaban tras la huella de la cultura local en tertulias de lectura que se convirtieron en lugares de encuentro entre los padres, los hijos, los textos y la escuela.