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La formación en investigación: un encuentro

Esta es la apuesta de formación en investigación para los maestros, el juego en el que estamos inscritos aquellos que hemos asumido la tarea de ser maestros de maestros

Septiembre 17, 2018

¿Qué papel juega la investigación en la formación de maestros en la universidad? Si aceptamos que la investigación no es un medio para adquirir conocimientos, sino una experiencia que pone en juego aquello que somos como maestros, estudiantes e investigadores y que no se reduce a una elección profesional, una cuestión circunstancial o simplemente algo que se asume con resignación. Un maestro es un estudioso, un investigador, un pensador.

Un estudiante, es un aprendiz, siempre dispuesto a escuchar, dejando de ser lo que hasta ahora ha sido, para ser otro. Es decir, maestro y estudiante, son relevos el uno del otro, a propósito del gusto y la pasión por la pedagogía en su relación con la filosofía, el cine, la literatura, las lenguas, las matemáticas, la música, la danza, etc.

La cuestión inicial, implica devolvernos sobre lo que entendemos por formación y su relación con la producción de una experiencia particular con el saber y el conocimiento, situándonos en el encuentro que se gesta entre dos, cuando cada uno son muchos a la vez. Encuentro que se construye en la formación en investigación al rededor de la relación entre un maestro y aprendiz.

Imaginemos una escena. Un profesor entra a un salón de clases, se cruza con un grupo de estudiantes y expone a ellos aquello que se cree deben saber como temas, técnicas, autores y libros, que está investido bajo la pretensión de que sirva para algo, formalizados en programas académicos de licenciatura para formar en los estudiantes, según el discurso actual, una competencia para la tarea de enseñar, en tanto futuros profesores.

Entre el profesor y los estudiantes se concreta una relación de transmisión de conocimiento, en la cual se afirma un enunciado que circula en la actualidad, según el cual, conocer es apropiarnos de algo que podemos utilizar para finalidades prácticas, como desempeñarnos en un trabajo como profesores o investigadores.

En pocas ocasiones, las condiciones de la escena cambian; generalmente, no dejan de ser cruces entre personas que por circunstancias del espacio y del tiempo, deben reunirse con un objetivo definido, enseñar algo y aprender a hacer algo con lo que se enseña.

En estas condiciones, en que se establece la relación profesor-estudiante, cabe preguntarse ¿qué es lo otro del cruce circunstancial, que permita deshacernos de las durezas en que ha caido dicha relación, que la libere de la simple adquisición de conocimientos?

La respuesta, a manera de una hipóstesis, implica tomar distancia de la forma como se piensa la relación profesor-estudiante en el campo de la formación en investigación, puesto que, el extrañamiento de las prácticas pedagógicas actuales, resultado de un hoy olvidado por los triunfos del pasado, permitiría apostar por una recomposición de la relación, pensada en términos de maestro y aprendiz, que se gesta en los Semilleros de Investigación como un espacio en el que se encuentran en un punto de vista, en una discusión, a propósito de una confusión, cuando se escuchan, enseñan y aprenden el uno del otro  de las cosas del mundo, cuando se detienen para distanciarse de eso que son, dejando de ser lo que eran cuando se encontraron, es ahí, donde se hallan a sí mismos distintos.

El encuentro, marcado ya no por el espacio y el tiempo formalizado en asignaturas, seminarios, materias o cursos, sino por un entre dos, compuesto por intereses, gustos, atracciones, puntos de vista, líneas teóricas, prácticas de vida, etc, que nos juntan, que nos reúnen sin que se tenga como fin ganar algo; por el contrario, se está dispuesto a perder, a dejar de ser para transformarse en otro.

La transformación en el encuentro entre maestro y aprendiz, empieza por que cada uno deje de ser lo que es bajo las funciones y fines determinados que define la relación profesor-estudiante, que los ha endurecido como figuras sin rostro.

Así las cosas, los semilleros de investigadoción entendidos como un encuentro, transforman la escena que se produce que imaginamos. La producción, transmisión, adaptación y apropiación de conocimiento ya no son el sentido que toman los actos de enseñar y de aprender cuando hablamos de la investigación formativa, por lo que la obligatoriedad en la asistencia, la tarea, la evaluación y la nota, pierden el lugar preponderante en tanto indicadores medibles y que son interpretados como el éxito o el fracaso de la formación.

En su lugar, emergen el gusto por aprender, el interés por poner en juego lo que sabemos y lo que somos, que no pueden ser capturados en datos, puesto que corresponden al sentido que adquiere el saber y el conocimiento en la vida, en la forma como se ve, se dice y se procede en el mundo, consigo mismo y con los otros.

Encontrarnos con el maestro o con los aprendices, es establecer un entre dos que nos junta, pero que no se logra en la relación de un yo que enseña y determina al otro como su objeto que aprende; o entre un estudiante que se presenta ante el que enseña como su objeto de enseñanza.

Maestro y aprendiz, en el encuentro, se constituyen en un mundo posible, que adquiere realidad en el momento en que se conforma un campo de experiencia dado, en el que el maestro traza orientaciones de estudio, presenta aliados teóricos y mide los alcances al presentarlos, organiza y da lógica a esa presentación, abre oportunidades para exponer aquello que se produce entre los dos, de tal forma que se tome en serio la formación de una experiencia en el saber y el conocimiento, pues tomársela en serio, es tomarse en serio la vida.

La dirección que se toma como aprendices en este encuentro es desconocida, pero seductora y atractiva. Efecto del direccionamiento que marca el maestro, quien indica parajes desconocidos y rumbos posibles en el mundo del saber, del conocimiento y de la cultura. Iniciarce en la investigación implica inscribirse en una línea de formación trazada por el maestro, que se ofrece como rumbo posible al aprendiz.

No se obliga, ni se ordena, se seduce. Así, tomar un artículo especializado sobre la obra de un pensador, para luego saltar al pensador, no es una organización de jerarquías, de complejidad o de niveles de profundidad, es una dirección que marca el maestro en tanto presenta sus aliados teóricos a su aprendiz. Pero la elección del mejor aliado en la trayectoria de formación es exclusiva del aprendiz. La velocidad, los saltos y lentitudes en esa elección son direccionados, no limitados o regulados.

La dirección, en tanto función del maestro, implica en sí misma una producción propia, diferente a la de su aprendiz, pues el lugar que cada uno ocupa es diferente, y en esta forma, su manera de escribir, de estudiar, de leer y de pensar. Es el lugar que ocupa el maestro, el que permite que se pueda dirigir una formación en determinada línea de pensamiento.

Es el lugar que ocupa, el que le otorga el derecho a hablar y ser escuchado, y a permitir el silencio como acto necesario en el aprendizaje. Es el lugar que ocupa, el que le autoriza ordenar al aprendiz cuándo exponerse frente al otro, de tal forma que su exposición le permita ir construyendo una trayectoria y un estilo propio, que le de su lugar o en el decir de Don Juan, encontrar un sitio en el que uno pueda sentirse “feliz y fuerte de manera natural” (Castaneda, 2009, p. 46).

Encontrar un sitio no se resuelve con encontrar un lugar de trabajo o una pose con la cual se le dice al mundo que se sabe o que se ha trabajado mucho para estar ahí; en realidad, poco importa el esfuerzo o lo que se ha aprendido, si no se ha puesto en cuestión la vida como único objeto de fuerza natural para el pensamiento.

Encontrar un sitio propio y no usurpar el del maestro, para ser como él o para imitarlo, es una tarea que se inicia sin saber qué quiere decir eso en realidad. Fácil es para el docente formar seguidores y para el estudiante ocultarse en las sombras de una congregación; no se trata, como se dice comunmente, de brillar con luz propia, sino de dejar de brillar, de no buscar el brillo por oposición de lo opaco, sino de instalarse en el medio para construir un recorrido, una trayectoria que determina un territorio propio, el cual recorremos según diferentes velocidades, según vamos marcando dicho territorio.

Esta es la apuesta de formación en investigación para los maestros, el juego en el que estamos inscritos aquellos que hemos asumido la tarea de ser maestros de maestros.

 


Referencias

Castaneda, C. (2009). Las enseñanzas de Don Juan. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Deleuze, G. y Parnet, C. (2004). Diálogos. España: Pre-textos.

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Escrito por
Coordinador de Investigaciones de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad La Gran Colombia. Licenciado en Psicología y Pedagogía, magister en Filosofía y estudiante del doctorado en Ciencias de la Educación.
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Jesús Samuel Orozco Tróchez
Gran Maestro Premio Compartir 2005
Senté las bases firmes para construir una nueva escuela rural donde antes solo había tierra árida y conocimientos perdidos.