Convendría pensar en una educación basada en la relación crítica consigo mismo, en la que se enfrenten ese anhelo humano de satisfacer las necesidades materiales inmediatas con la facultad de imaginar mundos posibles compartidos.
Diseñando artefactos para resolver problemas de la vida cotidiana los estudiantes desarrollan su creatividad, su pensamiento tecnológico y aprenden el valor del trabajo en equipo.