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¿Cómo abordar la toma del Palacio de Justicia en el aula de clase?

 Tenemos un currículo que no está pensando el posconflicto y cuya respuesta, del Ministerio de Educación, es un decreto que obliga a los colegios del país a crear la llamada “Cátedra de la Paz”.

Agosto 10, 2019

Esta pregunta resulta pertinente en la actual coyuntura, en la que millones de colombianos revivimos, por una semana, el miedo y el desconcierto que produjo la toma del Palacio de Justicia por parte del M-19 y la posterior retoma a manos del Ejército.

Durante esta semana el sonido de los tanques, las explosiones, el incendio, las voces de angustia que desde el interior del palacio clamaban “¡Que por favor cese el fuego!”, volvieron a inundar páginas y espacios televisivos. Los culpables y los sospechosos de siempre se vistieron de nuevo y representaron sus papeles.

Para muchos jóvenes, toda esta información se convierte en un complejo rompecabezas imposible de armar, como lo es para muchos colombianos, incluso para aquellos que vieron en directo cómo el Palacio de Justicia ardía en llamas.

¿Cómo hace entonces un joven de colegio para comprender una realidad que se desborda de manera fragmentada y llena de incertidumbres en periódicos y noticieros? ¿Cómo enfrenta la información que pulula en las redes sociales, principal fuente de la que beben miles de jóvenes y desde la que construyen su pensamiento político?

No se puede esperar a que esta respuesta se construya únicamente en las conversaciones familiares, donde el joven sale cargado de los miedos y los odios que le producen los comentarios allí mencionados, pues en estos espacios la mirada que se tiene de los hechos históricos o de la política actual suele estar determinada por pasiones que no se sostienen en argumentos. Ese joven suele abandonar la conversación con una verdad de corte bíblico, que defenderá como una certeza que no permite cuestionamientos

De ahí la urgencia de volver sobre la pregunta inicial. No para decir que en los colegios se debe “revelar la verdad”, sino para reflexionar cómo la escuela se plantea este desafío y cómo lo asumirá en los tiempos del llamado posconflicto; cuando los jóvenes llegan a las aulas cargados de múltiples informaciones, polarizados, con datos incompletos que atajaron de una radio encendida, de titulares de prensa a medio leer o de una imagen del noticiero sin contexto.

Esa nueva escuela debe volver la mirada sobre estos hechos, no en clave de vencedores y de vencidos, sino desde la necesidad de construir una democracia estable, una que no se busque “ampliar”, como pretendió imponerlo el M-19 a golpes de fusil, ni tampoco defender a estruendos de cañonazos, como lo hizo el Ejército.

No se trata de innovar, como suele hacerlo el Ministerio de Educación, por medio de una nueva cátedra que se llame “Palacio de Justicia”, para narrar desde ahí la historia nacional. Es el momento de pensar cómo debe afrontar la educación el desafío de los otros Palacios de Justicia que comenzarán a emerger con la Comisión de la Verdad.

Es importante reflexionar, una vez más, sobre la eliminación de la cátedra de historia de Colombia y sobre una consecuencia que rara vez se menciona: el impacto que esta tiene en los textos escolares que producen las editoriales, que hablan de todo y de nada. Los libros de texto de los estudiantes colombianos están llenos de errores que dan vergüenza, por su trato superficial a temas que requieren, por su naturaleza, una mirada más detallada y compleja. La historia se reduce a un listado de hechos, enumerados como menú de cafetería; es una historia que ocurre sin personas, una historia vacía de tensiones sociales.

Las editoriales, en complicidad con el Ministerio de Educación, han hecho que las ciencias sociales pierdan la capacidad de permitirle comprender a los estudiantes su entorno inmediato y tener una mirada crítica que sea el punto de partida en la construcción de ciudadanía.

Volvamos al Palacio de Justicia y miremos cómo aparecen estos hechos en los libros de ciencias sociales de las principales editoriales escolares del país. En el de Norma hay una fotografía con una nota a pie de página y, en un párrafo aparte, se menciona el acontecimiento en cuatro líneas. En el de Libros & Libros hay una mención de dos líneas y en el de Santillana el evento aparece en medio de una línea de tiempo y se dice que en el CD que acompaña el libro hay material extra. Cuando intenté acceder a esta información en mi computador, el CD no funcionó.

Esto evidencia cómo la escuela no está en capacidad de trabajar una coyuntura como la que se dio la semana pasada a propósito de los treinta años de la toma. Tenemos un currículo que no está pensando el posconflicto y cuya respuesta, a través del Ministerio de Educación, son cuatro páginas de un decreto que obliga a todos los colegios del país a crear la llamada “Cátedra de la Paz”.

Esta situación requiere acciones contundentes, no decretos. Exige reformas profundas en la concepción que se tiene de las ciencias sociales y de la historia de Colombia. De lo contrario, habrá que cambiar la sede del Ministerio de Educación de la calle 26, al norte de California, en Sillicon Valley, donde quedan las oficinas de Facebook, epicentro de construcción de la nueva historia de Colombia.

Este artículo fue publicado originalmente en El Espectador. Compartir Palabra Maestra lo reproduce con el permiso directo del autor.

 


Imagen de Reimund Bertrams en Pixabay

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Luis Fernando Burgos
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