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La escuela como escenario emocional: una apuesta para la construcción de paz

El conflicto armado en el país ha construido un escenario relacional de desconfianza, imposición, arbitrariedad, control y sometimiento que es necesario deconstruir, para pensar en nuevos escenarios en los que podamos reconocernos, teniendo como base la creación de nuevos vínculos sociales.

Abril 20, 2016

Pensar en la educación para la paz y cómo desde ella podemos contribuir a la construcción de país que la sociedad nos demanda, es pensar también en los retos que este tipo de educación nos plantea. A los maestros nos plantea un doble reto, por un lado, deconstruir la cultura de violencia que nos ha permeado durante tantos años de guerra en el país, y por el otro, construir una cultura de paz que nos permita aportar a una convivencia más solidaría y más democrática.

Este reto es posible afrontarlo a partir del desarrollo de prácticas sociales que ofrezcan nuevas potencialidades a la vida socio-cultural en la escuela, la familia, el trabajo y la comunidad, poniendo el acento en las relaciones sociales. Esta propuesta se basa en  la perspectiva socioconstruccionista de Kenneth Gergen[1] (1996), la cual nos dice que el conocimiento se construye en las relaciones sociales pues a través de ellas construimos la realidad, nos construimos socialmente y construimos nuestra historia personal.

Desde esta perspectiva, las emociones son construcciones culturales creadas por los demás en las relaciones que construimos en diferentes espacios de relación, y esos espacios de relación favorecen el intercambio no solo social, sino también emocional entre las personas, configurándose a su vez en escenarios emocionales. En el contexto de la construcción de una cultura de paz podemos moldear esa realidad, esos espacios de relación, es decir, esos escenarios emocionales, con cualidades relacionales en los planos afectivos y del lenguaje, para enriquecerlos, evitar pautas indeseables y de esta manera, a través de las relaciones con los demás, construir escenarios de empatía, felicidad, acogida y respeto.

En el contexto de la construcción de una cultura de paz podemos moldear esa realidad, esos espacios de relación, es decir, esos escenarios emocionales, con cualidades relacionales en los planos afectivos y del lenguaje, para enriquecerlos, evitar pautas indeseables y de esta manera, a través de las relaciones con los demás, construir escenarios de empatía, felicidad, acogida y respeto.

De igual manera, el lenguaje que utilicemos será central en la construcción de estos escenarios emocionales; pero no se trata de un lenguaje plano y despoblado, sin un otro que lo habite, donde nadie se escucha a sí mismo y donde no hay un “tú”. Se trata de recuperar su sabor y de estar presentes en lo que decimos; de abandonar palabras como “desmovilizado, desvinculado, reinsertado, victimario, víctima y enemigo”, entre otras, y de cambiarlas por “ofensor, ofendido y afectado” como las propone Molina Valencia[2] (2010, p.67), quien advierte que el cambio de categorías para nombrar los actores, transforma su propia comprensión y la del conflicto. En este sentido, el conflicto no depende solamente de la relación entre dos o más actores que han generado una disputa, sino de todos los actores que causan daño, son dañados y potencialmente podrían sufrirlo.

El conflicto armado en el país ha construido un escenario relacional de desconfianza, imposición, arbitrariedad, control y sometimiento que es necesario deconstruir, para pensar en nuevos escenarios en los que podamos reconocernos, teniendo como base la creación de nuevos vínculos sociales.

Esta construcción de una cultura de paz buscará recuperar palabras abandonadas como dignidad, acogida, aceptación, confianza, a fin de cuentas el mundo social es una construcción que se basa en significados y estos se construyen en las relaciones; de ahí la importancia que cobra la propuesta de los escenarios emocionales como marcos sociales que nos permiten entender los cambios de sentido y/o las elaboraciones y reelaboraciones que hacemos de los significados y con los cuales construimos realidades.

El conflicto armado en el país ha construido un escenario relacional de desconfianza, imposición, arbitrariedad, control y sometimiento que es necesario deconstruir, para pensar en nuevos escenarios en los que podamos reconocernos, teniendo como base la creación de nuevos vínculos sociales.

¿Y cómo hacer de la escuela un escenario emocional? El llamado está en pasar de una educación monológica a una educación dialógica y creadora de sentidos, generando relaciones dialógicas, para en conjunto, construir comunidades educativas más deliberativas que contribuyan al establecimiento de instituciones más justas e incluyentes. En la educación dialógica el dialogo configura la acción educativa y alude a la construcción de pluralidad para tener varias perspectivas de mundo: pueden ser de contraposición, elogio, crítica, autointerpelación, interrogación, cooperación, entre otras, reconociendo al otro como partícipe del dialogo, escuchado y valorado.

Por tanto, uno de los retos de la escuela es el de “contribuir a la construcción de relaciones generativas a partir de las cuales el estudiante pueda emerger con un potencial ampliado para relacionarse efectivamente. El rol del estudiante deja de ser el de objeto, y pasa a ser un sujeto dentro de las relaciones”[3] (Estrada, 2007, p. 238). En otras palabras, se trata de una educación centrada en las relaciones que promueva aprendizajes cooperativos y colaborativos, y de esta manera abrirse a nuevas posibilidades en las relaciones de los estudiantes con sus profesores, para que a partir del dialogo y el reconocimiento se contribuya a la creación de una cultura de paz.


[1] Gergen, K. (1996). Realidades y relaciones. Aproximaciones a la construcción social. Barcelona: Paidós.

[2] Molina, N.   (2010). Reconstrucción de  memoria en historias de vida. En: Bogotá, Revista de Estudios Sociales de la Universidad de Los Andes. Número 36.

[3] Estrada, A.M. y Díazgranados, S. (2007). Kenneth Gergen: Construccionismo Social. Aportes para el debate y la práctica. Bogotá: Universidad de Los Andes.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Gustavo González Palencia
Gran Maestro Premio Compartir 2008
ogré incentivar en niños y jóvenes el gusto por la música y la ejecución de instrumentos musicales.