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¡Lo importante es renovar el espíritu que orienta el manual de convivencia!

El asunto va más allá de las exigencias jurídicas planteadas por la Ley 1620 de 2013 que creó el Sistema Nacional de Convivencia Escolar y el Decreto 1965 del mismo año.

Enero 26, 2017

A comienzos del nuevo año escolar, los establecimientos educativos se disponen a ajustar y modificar sus manuales de convivencia. Una pregunta central para guiar esta labor es: ¿cuál es el espíritu que orienta el manual de convivencia de la institución educativa y sus reformas? Resolver esta pregunta antes de realizar los ajustes, no es una cosa menor.

El aumento de la conflictividad y la violencia principalmente en la escuela secundaria, deja ver que el asunto va más allá de las exigencias jurídicas planteadas por la Ley 1620 de 2013 que creó el Sistema Nacional de Convivencia Escolar y el Decreto 1965 del mismo año que la reglamentó. Aunque pareciera ser una recomendación obvia, debe haber absoluta claridad en los siguientes aspectos:

1.El convencimiento de la función pedagógica de los manuales en la orientación de las emociones.

2.La regulación del enojo y de los impulsos.

3.El reconocimiento de su utilidad para dar un mejor trámite a los conflictos.

4.La fiel convicción de su valor como una herramienta eficaz para el logro de una buena convivencia en los planteles educativos.

No en pocos manuales sigue apareciendo un énfasis en lo punitivo más que en lo formativo, no pocos manuales introducen las reformas por evitar tutelas de los estudiantes y padres de familia o llamados de atención de las secretarias de educación o de quien cumple sus funciones, y no pocos establecimientos tienen un manual de convivencia muy bien escrito, encuadernado y publicado, pero que es letra muerta, porque su elaboración, no hizo parte de un proceso democrático, o simplemente porque aunque está muy bien escrito y fue construido en el marco de un proceso participativo, el manual no es la hoja de ruta que orienta la convivencia. El manual no se vive y no hace parte de la cotidianidad de la institución, es usado por los actores educativos para argumentar defensas o acusaciones cuando los conflictos ya se han presentado e incluso para adelantar acciones legales.

Si tenemos en cuenta que en la actualidad la diferencia adulto – menor de edad o el estatus del profesor ya no son necesariamente estructuradores de las relaciones sociales en la escuela, y que estas son cada día más asimétricas porque la visión de los adultos ya no monopoliza el poder en las instituciones, así que la naturaleza de los manuales de convivencia debe cambiar.

Por otro lado, se encuentra la necesidad de crear un ambiente de trabajo que propicie mayores y mejores aprendizajes, el reconocimiento de la labor formativa que tienen los directivos y los docentes, las críticas de los estudiantes a ciertas disposiciones del manual por considerarlas innecesarias y excesivas, así como la oposición a algunos asuntos del universo normativo del colegio porque creen que la autoridad no solo se legitima sobre la norma sino sobre otros pilares como el conocimiento, compromiso y dedicación que evidencia la labor docente, son solo algunos de los aspectos que deben ser tenidos en cuenta en las reformas a incorporar en los manuales de convivencia.

Sobre todo, mantener abiertos y activos los canales de comunicación permiten tramitar las dificultades que se presentan en la vida escolar por medio del diálogo, construir ambientes de aprendizaje sobre la base de lazos afectivos, y reavivar la convicción de que la escuela debe ser un lugar donde maestros y estudiantes van principalmente a compartir, a crecer y a ser felices, hacen parte del a-b-c que debe redundar en el espíritu que orienta los manuales de convivencia y las reformas que les sean agregadas.

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Martial Heriberto Rosado Acosta
Gran Maestro Premio Compartir 2004
Sembré una semilla en la tierra de cada estudiante para que florecieran los frutos del trabajo campesino en el campo que los vio nacer