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¿Quién será capaz de frenar la corrupción?

La corrupción en Colombia empeora y el sector educativo no reacciona.

Abril 6, 2015

La conmemoración de los 25 años del asesinato, aún impune, de Bernardo Jaramillo Ossa me hizo revivir imágenes de la convulsionada Colombia de finales de los 80 y principios de los 90.

Sería muy irrespetuoso con la historia tratar de caracterizar esos días en un par de párrafos, por eso solo mencionaré algunos hechos por todos conocidos:

  • La plata, la violencia y el miedo producido por el narcotráfico.
  • Los asesinatos de políticos,  periodistas y de todo aquel que se negaba a ceder al control de los carteles de la droga.
  • La guerra contra el narcotráfico.
  • Un proceso de paz que se consolidaba con la entrega de armas del M-19 y con la creación de su partido político.
  • El asesinato de los candidatos a la presidencia: Luis Carlos Galán (1989), Bernardo Jaramillo Ossa (1990) y Carlos Pizarro (1990).
  • El exterminio de la UP.

La violencia generada por los carteles de la droga se mezcló con la de los paramilitares, la de los guerrilleros y la del mismo Estado. Colombia se ahogó en la barbarie. Y en los últimos años, mientras se vivía en un ambiente de falsa pacificación, arremetió, como tal vez nunca antes, la corrupción en todos los niveles.

“En todos los estamentos del Estado encontramos la doble moral, los fines justificando los medios, la necesidad de silenciar al contradictor, o sencillamente la urgencia de tener más plata, más poder”.

La corrupción dejó de asociarse exclusivamente con el narcotráfico y ahora está en  todas partes. En todos los estamentos del Estado encontramos la doble moral, los fines justificando los medios, la necesidad de silenciar al contradictor, o sencillamente la urgencia de tener más plata, más poder. Diariamente encontramos noticias que evidencian actos corruptos en las campañas presidenciales, en el Congreso, en las altas cortes, en las fuerzas militares, en los ministerios, en las oficinas del gobierno nacional y en las de los gobiernos locales, en las universidades y en las empresas públicas. Cada vez son más los colombianos radicados en el exterior para evadir la justicia.

En otras palabras, un cuarto de siglo después, Colombia puede volver a ser caracterizada por lo mismo: paz y corrupción. Estamos inmersos nuevamente en un proceso de paz y estamos invadidos por una corrupción que se caracteriza por el famoso “hagámonos pasito”, “si me acusas te acuso”, “si me hundes te hundo”. Hoy en día se disparan acusaciones falsas tan fácilmente como antes se detonaban bombas. O se hacen acusaciones verdaderas pero no cuando el hecho corrupto sucede sino cuando sirven de estrategia para vencer a un enemigo. Parece que los colombianos hoy en día caminamos por el mundo de la corrupción con mucha facilidad, muy frecuentemente y, sobre todo, con muchas justificaciones.

Este panorama de Colombia, simple pero aterrador, demuestra que algo estamos haciendo muy mal en la educación. Indudablemente hemos aumentado la cantidad de niños y jóvenes que asisten al colegio y a las universidades y hemos logrado avances en la institucionalidad  y en la pedagogía. Muy seguramente hemos formado buenos profesionales y afortunadamente le damos cada vez más atención a la primera infancia, pero nada de esto ha sido suficiente para disminuir la corrupción. Ni siquiera para frenarla.

“…un cuarto de siglo después, Colombia puede volver a ser caracterizada por lo mismo: “paz y corrupción”.

Para acabar con la corrupción se necesita trabajar en muchos campos pero si no empezamos a educar en ética y en valores nada va a cambiar. Esa es una misión de toda la sociedad porque también  se educa en la casa, en la oficina, en los espacios públicos. Se educa con el ejemplo, tomando decisiones claras y transparentes, cumpliendo con el trabajo con el que nos comprometimos, denunciando al corrupto e impartiendo justicia.

Y se educa, sobre todo, en las instituciones educativas, en el aula de clase, en las tareas y en las evaluaciones. Ahí es donde se forman los ciudadanos que dirigirán el país. Por lo tanto, es ahí donde debe empezar el cambio. Hasta el momento ha habido intentos aislados de algunos ministros pero se necesita mucho más. Se necesita una política de Estado que hasta el momento nadie ha implementado.

Solo un sector educativo que presta un servicio de calidad para todos los colombianos será capaz de cambiar esta realidad del país.

“Solo un sector educativo que presta un servicio de calidad para todos los colombianos será capaz de cambiar esta realidad del país”.

No sé qué más debe pasar para que Colombia decida iniciar verdaderamente la transformación de la educación. ¿Cuánto más tendremos que esperar? ¿Quién será capaz de frenar la corrupción?

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Economista experta en educación.
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Diego Fernando Barragán Giraldo
Gran Maestro Premio Compartir 2004
Invitó a sus estudiantes a armar pieza por pieza un rompecabezas mental cuya imagen final dejaba ver la realidad del país.