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Sociedad de bayardos
La escuela que queremos y que soñamos debe estar pintada de blanco, de negro, de artista, de mulato, de campesino, de grafitero, de rico y de pobre. Una escuela diversa y universal.
Confidencialmente, o no, ahora que retornó Bayardo San Román a Sucre y a sus recuerdos, el país vive uno de los debates más candentes relacionados con la sexualidad, la escuela y la llamada ideología de géneros.
Uno y otro son hechos extraídos de la realidad en la cual vivimos, una sociedad macondiana que, a pesar de los años, todavía vive sumida en la mojigatería, el clericalismo medieval y el colonialismo.
Si recordamos, Bayardo San Román en ‘Crónica de una muerte anunciada’, la novela del nobel Gabriel García Márquez, fue el nombre que Gabo dio a Miguel Reyes Palencia, el verdadero protagonista en la vida real, el hombre que devolvió a su novia la primera noche de bodas, alegando que no era virgen, ocasionando con ello una de las tragedias que, en nombre del honor y el machismo, hayan ocurrido en Macondo: la muerte de Santiago Nassar de manos de los hermanos Chica: Víctor y Joaquín.
Hoy, 65 años después, con una Constitución Nacional progresista y pluralista, en medio de un proceso de pacificación o Acuerdo Nacional Sobre Paz, la nación entera, en un acto de minoría de edad y de exclusión, se polariza en torno a una frágil interpretación de la ley sobre política pública y, más concretamente, sobre ideología de género y sexualidad en la escuela, todo esto en el marco de la tolerancia y de la comprensión de las diferencias.
Pareciera que se multiplicaran los Bayardos San Román. A quienes prejuicios como el de la virginidad, el tabú sexual y el machismo exacerbado no les permiten concebir la diversidad de género, la educación sexual en la escuela y el respeto por el otro, en cualquiera de sus matices.
En tal sentido, es hora que la familia y la escuela cierren filas mancomunadamente en torno al tema como en fuente ovejuna para que, sin triunfalismos y, mucho menos, sin fatalismos, asumamos la responsabilidad que nos cabe y nos compete, dentro de la ley y de la razón, en la idea que nuestros hijos y alumnos reciban la mejor y más sana orientación, respetando sus decisiones independiente y autónomamente de que nos gusten o no.
Reivindiquemos una escuela libre en la cual quepamos todos: negros, blancos, cristianos, semitas, heterosexuales, homosexuales, bajitos, altos, etcétera. Eso sí, respetable, respetada y científica, en donde se disfrute verdaderamente el derecho a la educación, que es inherente a la vida o es la vida misma, en donde lo diverso NO se confunda con libertinaje y en donde los niños y los jóvenes se formen desde la ciencia y el humanismo y la violencia y el matoneo, y cedan el paso al respeto, la tolerancia y la solidaridad.
Esa es la escuela que queremos y que soñamos: pintada de blanco, de negro, de artista, de mulato, de campesino, de grafitero, de rico y de pobre. Una escuela diversa y universal. ¡La escuela que concibió Sergio Urrego y por la cual ofrendó su vida!
*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.- 132 lecturas
