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La voz de la juventud: perspectivas juveniles sobre la guerra, la paz y la reintegración en Colombia

Agosto 22, 2019

Del texto: Erin McFee y Angelika Rettberg (comps). 2019. Excombatientes y acuerdo de paz con las FARC en Colombia: balance de la etapa temprana e implicaciones para la política pública de reintegración, Bogotá: Ediciones Uniandes.

La reincorporación de las FARC-EP no sólo es un proceso exclusivo de los excombatientes, el Estado y las comunidades directamente afectadas por el conflicto. En cambio, este proceso involucra a todos los ciudadanos colombianos, desde el contexto capitalino hasta las zonas transicionales donde las FARC-EP efectuaron su proceso de desarme. Mientras el proceso abarca muchos temas y diferentes poblaciones, nosotros queremos dar luz a una población clave: la juventud. Como se ha mostrado en diferentes sociedades transicionales y de posconflicto, la manera en que la juventud entiende un proceso de paz, lo conecta con su propia vida y ve a los excombatientes y los recibe puede influir mucho en el éxito del proceso en sí mismo al corto y largo plazo (Kemper, 2005).

Por su parte, el Gobierno colombiano bajo el presidente Juan Manuel Santos reconoció que los jóvenes deben tener un papel importante en la construcción de una Colombia en paz “preacuerdo” y en la “posacuerdo”. Así se expidió el Decreto 1038 de mayo del 2015 que reglamentó la llamada Cátedra de la Paz, a través de la cual se pensó que los esfuerzos para llevar al país a un estado de paz llegarían a los colegios y las universidades colombianas.

Para el gobierno de Santos, las futuras generaciones determinarían, en gran medida, la sostenibilidad de la paz en Colombia con su apoyo al proceso transicional y su contribución activa al desarrollo de una paz positiva en sus comunidades. Este discurso y las políticas subsiguientes, como la misma Cátedra, se sostuvieron sobre una creencia central: los jóvenes sólo van a poder liderar, según dijo el presidente Santos a un grupo de alumnos del programa Ser Pilo Paga, “como individuos y como un colectivo activo, la construcción de la paz” en Colombia si la sociedad y el Gobierno “les entregar[an] las herramientas para hacerlo” (Colprensa, 2016).

Dicho de otro modo, en el mundo político colombiano de ese entonces había una idea muy arraigada que consideraba que, si la sociedad y la educación brindaban la formación necesaria, los ciudadanos del futuro crecerían tomando distancia de las prácticas violentas del pasado, participando activamente en la construcción de una paz comunitaria. Sin embargo, la experiencia de un joven que está formando su identidad personal y como ciudadano es más compleja de lo que esta lectura permite entrever (Haste, 2004). De hecho, hemos encontrado que el discurso político de la paz dirigido a los jóvenes suele desconocer que ellos son agentes activos de su propia formación. Esto quiere decir que no sólo reciben e interiorizan estos mensajes políticos en sus entornos, sino que los procesan, los piensan, los editan y coproducen de acuerdo con sus experiencias y posiciones (Spencer, Dupree y Hartmann, 1997).

Este proceso psicológico involucra bastante; las futuras generaciones procesan, interpretan y responden no sólo a los posibles logros que suponen las transformaciones sociales proyectadas, sino también a los desafíos y las deficiencias que la implementación de los acuerdos y su discurso político relevante presenten. Esto implica mucho más que un compromiso abstracto con la paz, pues son los jóvenes de hoy quienes detentarán el poder en un futuro no muy lejano o, por el contrario, quienes encarnarán nuevas marginalidades sociales. También, significa, que son ellos quienes deciden si están dispuestos a convivir — y a definir en qué términos— con excombatientes como sus vecinos y colegas (o si hicieron parte de las filas, si renuncian definitivamente a las armas).

Los adolescentes colombianos también tendrán contacto en sus colegios y comunidades con los hijos de exguerrilleros. Según el censo socioeconómico de las FARC-EP realizado por la Universidad Nacional, entre los desmovilizados había 680 mujeres que tenían menos de 22 años de edad, y de todas las mujeres, 54 % tenía al menos un hijo. Aunque las FARC-EP ya dejaron sus armas y empezaron su proceso de reintegración, el éxito a largo plazo de su reincorporación va a tener mucho que ver con la posición y las actitudes de los jóvenes contemporáneos. Incluso si no llegan a figurar en el poder de manera directa, en todo caso la juventud de hoy constituye una fuerza electoral decisiva a mediano plazo capaz de orientar o desorientar los cambios sociales y culturales necesarios para sostener una paz estructural. Porque los procesos individuales y sociales de reintegración y reconciliación van mucho más allá de dejar las armas de lado. Estos procesos, además de responder a la influencia del momento sociopolítico que vive el país, también involucran los estados psicológicos de las futuras generaciones en relación con su entendimiento de la paz y su disposición para construirla.

Al respecto, argumentamos que se necesitan más estudios enfocados en los actuales procesos de interpretación de los jóvenes en cuanto a la paz, tanto los procesos individuales como colectivos. Este tipo de investigaciones es de suma importancia para entender mejor cómo los jóvenes están respondiendo al proceso y cómo sus actitudes pueden influir en su sostenibilidad a largo plazo. Este capítulo toma ese enfoque, analizando 1492 cuestionarios con adolescentes de 40 colegios por todo el país y 96 entrevistas con adolescentes en la zona de Bogotá que se llevaron a cabo durante las negociaciones de paz en La Habana y la fase temprana de implementación. En general, los datos analizados indican que son jóvenes de zonas urbanas más que rurales, y reconocemos que todavía existen escasas investigaciones de este tipo en zonas principalmente rurales. Sin embargo, no hay duda de que los jóvenes de las ciudades colombianas van a tener a desmovilizados como vecinos en sus barrios y escuelas, y el proceso de reinserción social de los excombatientes influirá en las políticas públicas de seguridad y la asignación de recursos públicos en los cascos urbanos (Specker, 2008).

A través de un análisis de las entrevistas y cuestionarios, esta investigación presenta las múltiples perspectivas de los jóvenes en cuanto a su papel como constructores de paz y las condiciones necesarias para la reconciliación y la sostenibilidad de ésta, además de las implicaciones sociopolíticas que el proceso de paz seguirá enfrentando a lo largo de su implementación. Una comprensión sistemática y más completa de estos conceptos es fundamental para una Colombia que lucha por la paz. Esta investigación sólo representa una pequeña muestra y cubre un breve segmento de tiempo. Pero investigar cómo los jóvenes colombianos entienden y hablan sobre la paz en relación con las iniciativas del Gobierno debe ser un ejercicio colectivo continuo. Intentamos dar una idea de cómo se puede hacer y compartimos algunas perspectivas e ideas que encontramos durante el trabajo. Como conclusión general, nuestra investigación destaca que son críticos los esfuerzos por mejorar las políticas públicas mediante la incorporación de más voces diversas en ellas.

Además, implica un contacto más directo entre la sociedad en general y las personas afectadas por el conflicto, como parte de la educación sobre el conflicto y la paz. En esta investigación encontramos que muchos adolescentes colombianos estaban dispuestos a recibir a los excombatientes de las FARC-EP en sus contextos locales. Tenían la esperanza de que el perdón fuera posible, y aun necesario. Al mismo tiempo, estaban conscientes de que el proceso de implementación iba a tomar mucho tiempo y querían ver acciones concretas que demostraran que tanto el Gobierno como las FARC-EP estaban de verdad comprometidos con cumplir lo acordado. Al mismo tiempo, a muchos de estos participantes que vivían en zonas urbanas les faltaba contacto directo con excombatientes y víctimas del conflicto para poder conocer sus realidades. Estos jóvenes formaban sus propias perspectivas sobre el proceso de paz, integrando y adaptando lo que veían en los medios, la enseñanza que recibían en el colegio y unas historias aisladas de la guerra que personas conocidas les contaban. Ellos mismos reconocieron que, para formar sus perspectivas, habría sido mejor tener encuentros y experiencias directas con víctimas, desmovilizados y personas directamente afectadas por el conflicto.

 

 


Photo by Miguel Bruna on Unsplash

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Carlos Enrique Sánchez Santamaria
Gran Maestro Premio Compartir 2011
Con el apoyo de las tecnologías logré que los estudiantes convirtieran el pasado de exclusión que vivió éste municipio lazareto en un pretexto para investigar, conocer la historia y conectarnos con el mundo.